La primera vez que quites las manos del volante de tu vehículo deliberada y seguramente en una autopista de alta velocidad será memorable. Sin duda lo fue para mí esta semana cuando manejé el nuevo Autopilot (piloto automático) de Tesla en la autopista interestatal en Silicon Valley.

Pero, en el momento menos pensado, la existencia de computadoras que nos ayudan a conducir será tan común como el control de velocidad de crucero de un sinnúmero de vehículos de lujo. Y en aras de la conveniencia y la seguridad, esperemos que suceda lo antes posible.

De un día para otro, una actualización de software esta semana convertirá a miles de Teslas en vehículos semiautónomos que pueden permanecer en su carril en las curvas, mantener una distancia determinada del vehículo delantero, cambiar de carril e incluso estacionarse, todo ello sin ninguna intervención por parte del conductor.

Desde septiembre, cada Model S de Tesla nuevo ha sido equipado con una docena de sensores del tamaño de una moneda, un radar, una cámara de frente y un avanzado sistema de posicionamiento global (GPS, por sus siglas en inglés). Si pagas la cuota de US$2,500, la actualización inalámbrica Versión 7.0 los activa.

Pero, aunque su Autopilot es perfectamente capaz de conducir en las autopistas, incluso en tráfico pesado, Tesla les está advirtiendo al comienzo a todos sus conductores que deben estar listos para retomar el control: “Tú debes mantener las manos en el volante en todo momento”.

Yo pasé sólo unos pocos minutos tras el volante de un Tesla semiautónomo, pero el vehículo pudiera haber recorrido una gran distancia sin necesidad de intervención alguna de mi parte.

Mi prueba en las soleadas carreteras del estado de California, enormemente afectado por la sequía, no fue realmente representativa de cómo la mayoría del mundo conduce. La lluvia, la nieve, la niebla y el polvo pueden confundir a los sensores de Tesla, como también pueden hacerlo las marcas de carriles desteñidas e incluso los semáforos.

Sin embargo, todos estos factores también pueden confundir a los seres humanos. Después de experimentar tanto la tecnología de autoconducción de Tesla como la de Google, estoy convencido de que cuanto más ampliamente se utilicen, más seguras serán las carreteras. Y mientras más personas la utilicen, mejor se volverá la tecnología, a medida que Tesla incorpora los datos de los conductores para ajustar su altamente detallado sistema de navegación.

Si existe un eslabón débil en los vehículos semiautónomos, es el traspaso de control entre el ser humano y la máquina.

En el sistema de Tesla, dos ‘toques’ de una palanca que sobresale del lado del bloque de volante son todo lo que se necesita para cambiar al Autopilot. Un sonido ascendente indica que el Autopilot está activado. Y tú lo apagas al girar el volante.

Mientras que el vehículo está siendo conducido, él detecta cuando tus manos no están en el volante y te advierte con creciente apremio para que las pongas de vuelta en el volante: primero con una señal visual en el tablero, después con más sonidos, cuya frecuencia depende de la evaluación de riesgo llevada a cabo por el vehículo. Si yo hubiera hecho caso omiso de las advertencias, el vehículo finalmente habría encendido sus luces de emergencia y habría disminuido la velocidad hasta frenar por completo, incluso en el carril central de una autopista.

Un conductor que se quedara dormido tras un volante sin ayuda de software probablemente ocasionaría un accidente peor al que causaría el Autopilot al detenerse lentamente. Pero, ¿qué sucedería si esto ocurriera en una curva ciega? Además, ¿es posible que los conductores estuvieran más propensos a cabecear porque saben que la computadora está conduciendo?

Hasta que la tecnología autónoma no madure, un conductor alerta asistido por un vehículo con sentidos y reacciones súper poderosas proporcionará lo mejor de ambos mundos. Pero es una sensación extraña. El colocar mis manos en el volante, y sentir que el vehículo está conduciendo, para mí fue tanto emocionante como inquietante.

Para cambiar de carril, yo prendí el indicador y el vehículo se cambió de carril, e incluso hasta desaceleró a causa de un camión que se encontraba un poco más adelante y que estaba demasiado cerca.

La mayor parte del paseo de prueba fue tranquilo, pero hubo un par de momentos que me pusieron los nervios de punta. Uno de ellos fue cuando un Porsche bruscamente se incorporó al carril justo en frente de mí; el Tesla respondió rápidamente, disminuyendo la velocidad hasta alcanzar la distancia entre los dos vehículos que yo había establecido previamente.

Otro ocurrió poco después, al salir de la autopista, cuando un carril se unió con otro en una curva, y la reacción del vehículo para virar fue tan de último minuto que sentí pánico de que golpeáramos la mediana. Aprender a confiar en la máquina va a tomar algún tiempo.

Inevitablemente, los vehículos de autoconducción provocarán accidentes en algún momento. Las limitaciones del Autopilot cuando hay mal tiempo son motivo de especial preocupación. Pero es difícil imaginar cómo un vehículo conducido por una computadora pudiera causar más o peores accidentes que si estuviera conducido por seres humanos en la misma situación.

De vuelta a casa (por mi cuenta y sin la ayuda de ningún software) en la misma autopista, mi volante se tambaleó cuando bajé la visera y, por un segundo, viré hacia el próximo carril. Estas cosas suceden todo el tiempo. Nosotros, los conductores humanos, necesitamos toda la ayuda que podamos obtener.

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