(CNN) — Llegaron por miles. Mujeres ancianas vestidas con chador y jóvenes devotos viajaron en minibuses destartalados y en autos familiares. Se trataba de los chiitas de Irán en peregrinación a la mezquita de Askari en Samarra, una ciudad a unos 130 kilómetros al norte de Bagdad.

Era enero de 2004. El domo dorado de la mezquita de Askari, uno de los santuarios más importantes para los musulmanes chiitas, brillaba sobre las atestadas calles de Samarra. A las afueras de la ciudad, las familias iraníes se detenían para hacer picnics.

Casi un año después del derrocamiento de Saddam Hussein, los peregrinos iraníes acudían por montones a las ciudades de Iraq, capaces de visitar por fin los lugares más sagrados de su religión.

La escena en Samarra fue un símbolo dramático del nuevo orden en Iraq, una señal más del resurgimiento de los chiitas que inició con la revolución iraní en 1979 y el surgimiento de Hezbollah en Líbano, a principios de la década de 1980.

Los santuarios son importantes. El estudioso Vali Nasr escribió más tarde que «cientos de miles de peregrinos, procedentes de países como Líbano y Pakistán, visitaron Najaf y otras ciudades sagradas chiitas en Iraq y crearon redes transnacionales de seminarios, mezquitas y clérigos que enlazan a Iraq con todas las demás comunidades chiitas, entre ellas la más importante: la de Irán».

Nasr agregó una advertencia: «las políticas sectarias contrapuestas que surgen requerirán la satisfacción de las exigencias de los chiitas, la mitigación de la ira sunita y el alivio de las ansiedades sunitas, en Iraq y en toda la región».

Ocurrió lo contrario y propició el surgimiento del Estado Islámico en Iraq y Siria (ISIS): un grupo fundamentalista sunita que odia visceralmente a la mayoría chiita. Su ofensiva es un acontecimiento decisivo en la añeja enemistad entre musulmanes sunitas y chiitas en Iraq y tendrá consecuencias más allá de sus fronteras: en Siria, Irán y los Estados del golfo Pérsico.

Ian Bremmer, presidente de la firma de consultoría en riesgos políticos, Eurasia Group, dice: «es probable que las fronteras se vuelvan a trazar por medio del derramamiento de sangre. A final de cuentas esas fronteras demostrarán que son más duraderas, sí, pero también podrían provocar una guerra internacional en la región. Iraq se vuelve tan importante por la segunda consecuencia».

Símbolos y santuarios

En las imágenes que se publicaron el domingo, en las que supuestamente se mostraba a unos soldados iraquíes capturados que marchaban hacia su ejecución, ISIS señaló que los prisioneros son «apóstatas que se dirigen al agujero de su destrucción». En otro video se mostró el brutal interrogatorio de varios soldados capturados; un hombre decía: «estos son los perros de Maliki. Estos son los soldados de Maliki y nosotros somos los soldados de Dios».

ISIS parece decidido a enfurecer a los chiitas y a desatar una guerra religiosa, por lo que Samarra probablemente es un blanco (la ciudad también es el lugar en el que nació el líder de ISIS, Abu Bakr al Baghdadi). Al Qaeda en Iraq, precursor de ISIS, bombardeó la mezquita de Askari en febrero de 2006: se creyó que era un intento del entonces líder del grupo, Abu Musab al Zarqawi, para desatar un conflicto sectario regional. El bombardeo desató ataques en represalia, en los que murieron miles de sunitas.

Como señal de que reconoce su importancia, el primer ministro de Iraq, Nuri al Maliki (quien es chiita), fue a Samarra la semana pasada para inspeccionar sus defensas y dijo el 14 de junio: «Samarra será el punto de partida, la estación de reunión desde la que nuestras tropas limpiarán cada centímetro que profanaron los pies de estos traidores».

El gran ayatolá Ali al Sistani, el principal líder religioso de Iraq, llamó a defender los santuarios.

«Los ciudadanos que puedan tomar las armas para combatir a los terroristas… deberían ofrecerse y unirse a las fuerzas de seguridad para alcanzar este objetivo sagrado», dijo Sistani a través de un representante. Miles de iraquíes chiitas —jóvenes y viejos— respondieron.

Con cada día que pasa, el discurso de ambas facciones en Iraq adopta un tono sectario más marcado.

El Instituto para el Estudio de la Guerra, que sigue muy de cerca el conflicto en Iraq, señala que hasta ahora los chiitas han mostrado un interés limitado en matar por venganza. «Sin embargo, la amenaza de ISIS contra el santuario (de Askari) acabará con esa moderación y desatará ataques en represalia contra los sunitas iraquíes», señala el instituto. «La destrucción de cualquiera de esos santuarios provocará una guerra civil sectaria total y la violencia igualará o superará los niveles de 2006».

Una historia larga y amarga

La división entre sunitas y chiitas empezó en el siglo VII, a causa principalmente de la legitimidad de los sucesores del profeta Mahoma. Una de las batallas decisivas se desarrolló en Karbala (ciudad que ahora pertenece a Iraq) en el año 680 a.C., cuando el califa sunita derrotó y masacró al ejército de Hussein, el nieto de Mahoma, a quien decapitaron. Los chiitas aún conmemoran la muerte de Hussein todos los años en el ritual de la Ashura.

Desde entonces, la división sectaria ha causado muchas masacres más y ha institucionalizado la represión en el Iraq actual y más allá. Los chiitas se consideran como mayoría o minoría oprimida en lugares como Líbano, Bahrein, Arabia Saudita, partes de Pakistán, Afganistán e Iraq.

Tras la primera Guerra del Golfo, en 1991, y la expulsión de las fuerzas iraquíes de Kuwait, los chiitas del sur de Iraq se levantaron en contra de Saddam Hussein. Saddam se aferró al poder y a pesar del desorden entre sus tropas, ordenó que se reprimiera brutalmente el levantamiento. La Guardia Republicana perpetró ejecuciones en masa e incluso ató a civiles al frente de sus vehículos blindados. Decenas de miles de chiitas huyeron a las marismas de los alrededores de Basra y sufrieron persecuciones durante los meses siguientes.

Derrotarían finalmente a su archienemigo 12 años más tarde. La operación Libertad Iraquí, que encabezó Estados Unidos, dio una sensación de liberación a los chiitas, pero el nuevo orden era una amenaza para los sunitas. Los nuevos partidos políticos seguían en gran medida las líneas sectarias.

Las maniobras de Maliki

Durante los últimos tres años, el gobierno de Maliki se ha concentrado en su base chiita y ha profundizado el resentimiento de las tribus sunitas que creen que son víctimas y se les priva de recursos. Adam Schiff, miembro del Comité de Inteligencia de la Asamblea de Representantes de Estados Unidos, lo explica de esta forma: «(Maliki) ha creado un gobierno de los chiitas, para los chiitas y por los chiitas… Hasta que eso cambie, orillará cada vez más a la población sunita a caer en los brazos de los grupos extremistas» como ISIS.

Para muchos observadores, el punto de inflexión fue el arresto de un prominente político en Ramadi (corazón del territorio sunita) en diciembre y la operación militar contra un campamento de protesta contra el gobierno en la ciudad. Maliki señaló que era una base de al Qaeda y enfureció a los jeques locales. Después de que ISIS tomara el control de gran parte de la ciudad sunita de Fallujah en enero, los ataques aéreos iraquíes alienaron aún más a la gente local.

Es difícil entender cómo es que ISIS podría haber logrado avances tan sorprendentes sin contar al menos con el apoyo tácito de las tribus sunitas. Al Qaeda en Iraq y Zarqawi se extralimitaron con sus castigos arbitrarios y violentos contra los sunitas que no aceptaron su salafismo militante. Pero a pesar de que impuso la ley islámica rápidamente en las ciudades y pueblos que ha tomado, no parece que ISIS haya alienado a los sunitas tradicionales —todavía— y ha dirigido su brutalidad a los chiitas.

Un enemigo en común acerca a Iraq y Siria…

En una maniobra estratégica inteligente, ISIS empezó a infiltrarse en el norte de Siria a principios de 2013. Los beneficios fueron muchos. Obtuvo profundidad estratégica para el grupo y le permitió establecer centros de organización en sitios como Raqqa, mientras el régimen del presidente de Siria, Bachar al Asad, estaba atento a otra cosa. ISIS también pudo agudizar la naturaleza sectaria del conflicto en Siria y atrajo a cientos de combatientes extranjeros que podían cruzar la frontera con Turquía fácilmente.

El crecimiento exponencial del grupo, tanto en Siria como en Iraq, ha sentado las bases para un levantamiento que podría borrar las fronteras de la época colonial y dividir la región según las sectas.

Al enfrentarse a esta amenaza, surgieron signos de una nueva colaboración entre el gobierno de Maliki y el régimen de al Asad en Siria, país que se compone mayormente de alauíes, una secta chiita. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos reportó el domingo que la fuerza aérea siria empezó a atacar las bases de ISIS, «incluidas aquellas del norte de la provincia de Raqqa y Kasakeh en el noreste». El Observatorio señaló que los ataques «intensos» se estaban ejecutando «en coordinación con las autoridades iraquíes».

Está claro que el gobierno iraquí recibirá de buen grado cualquier interrupción a las líneas de suministros o a las comunicaciones de ISIS. Los ataques de Siria no son altruistas: el régimen de al Asad probablemente responde a los reportes de que ISIS lleva al otro lado de la frontera parte de la artillería pesada que ha capturado en Iraq.

… fortalece a Irán…

El primer ministro de Iraq confía más que nunca en el apoyo de Irán en vista del derrumbe de las fuerzas de seguridad iraquíes. Las autoridades estadounidenses dicen que el general Qassim Suleimani —poderoso líder de la fuerza iraní de élite, Quds— estuvo en Iraq la semana pasada y se dice que las milicias iraníes luchaban al lado de lo que queda del Ejército iraquí.

Irán ha enviado unos 500 elementos de la Guardia Revolucionaria para luchar con las fuerzas iraquíes en la provincia de Diyala, según dijo a CNN un alto oficial de seguridad en Bagdad.

El Instituto para el Estudio de la Guerra concluyó que «ahora es más probable… que surja en Bagdad un gobierno chiita de unidad más dependiente de Irán si se evita la crisis de ISIS».

El gobierno estadounidense de repente se encuentra del lado de Irán al tratar de evitar que un grupo terrorista más extremo y más eficiente que al Qaeda tome la mitad de Iraq. El secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, no ha cerrado la puerta a la cooperación con la república islámica.

«Veamos qué está dispuesto a hacer Irán y qué no antes de que empecemos a pronunciarnos», dijo a Yahoo News el lunes 16 de junio. «Creo que estamos abiertos a cualquier proceso constructivo que pueda minimizar la violencia, mantener unido a Iraq… y eliminar la presencia de las fuerzas terroristas externas que lo están desgarrando».

El gobierno de Siria también ha buscado refuerzos en Irán y con la milicia libanesa chiita, Hezbollah, para tratar de revertir los triunfos de los rebeldes (que han logrado mayormente los grupos islamistas chiitas). Según varios reportes del último año, los principales asesores de la fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria iraní han colaborado con los sirios y han llevado armas iraníes en avión a Damasco.

… y amenaza con arrastrar a los Estados del Golfo Pérsico

El cambio decisivo en la situación de Iraq en Medio Oriente, ya sea por su división o por una dependencia mayor de Teherán, estremece a los Estados principalmente sunitas del golfo Pérsico. Arabia Saudita criticó a Maliki el lunes: el ministro de Información, Abdulaziz Khoja, dijo que la crisis podía haberse evitado «si no fuera por las políticas sectarias y excluyentes que Iraq ha implementado en los últimos años». Qatar expresó un punto de vista similar.

La oficina de Maliki respondió y culpó a Arabia Saudita de apoyar a los grupos extremistas; agregó que «el gobierno saudí debe hacerse responsable de los crímenes graves que estos grupos han cometido».

Conforme se desarrolle el enfrentamiento, es probable que todas las partes de la región —Bachar al Asad en Siria; el líder de ISIS, Abu Bakr al Baghdadi, y el gran ayatolá Sistani— concuerden en que todos son parte de una lucha existencial en el corazón del mundo islámico.

CCN/Mexico

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