Mike Conley es un buen base titular. No está entre los cinco mejores de su posición, no es All-Star -aunque ha estado cerca- y puede que nunca llegue a serlo. Forma junto a Marc Gasol los cimientos los Memphis Grizzlies, un equipo de clase media-alta. Tiene 28 años, 29 en unos meses, lleva casi una década en la liga y es muy posible que éste sea su techo. No habría nada más que contar si esta semana no hubiera acordado el mayor contrato de la historia de la NBA.

Conley se ha convertido sin quererlo en el mayor reflejo del gasto sin precedentes del mercado de la NBA. La liga no permite firmar nuevos contratos hasta el 7 de julio, pero sí cerrar acuerdos verbales. Sólo en los dos primeros días de agencia libre, las franquicias han comprometido más de 2300 millones de dólares para las próximas cinco temporadas. Y 153 serán para Mike Conley.

El límite salarial de la NBA está ligado a los ingresos de la liga. Con el actual convenio, los jugadores reciben entre un 49 y un 51% del dinero que genera la NBA. Fue el gran punto de fricción con los propietarios en el cierre patronal de 2011 y su gran derrota: hasta entonces los jugadores recibían un 57%. Apenas dos años y medio más tarde, la liga firmó el acuerdo que ha cambiado el juego: un contrato que triplicará sus ingresos por derechos televisivos y entra en vigor este verano. Casi 2700 millones por campaña.

Lluvia de millones

En la primera semana de julio, coincidiendo con el inicio del año fiscal, la NBA calcula los ingresos que tiene previstos para fijar el nuevo límite salarial. Mientras, abre un periodo de moratoria en el mercado de agentes libres: permite negociar pero no firmar nuevos contratos, que en muchos casos dependen del límite.

La NBA fijó este sábado el nuevo límite salarial en 94.1 millones de dólares, 24 más que el curso pasado. En un solo año nunca había subido más de 7. Para 2017 las previsiones lo disparan a 110. En los primeros tres años desde la firma del acuerdo televisivo, el límite salarial casi se habrá duplicado. Y con él, los contratos.

Porque igual que existe un techo salarial, existe un ‘suelo’: cada equipo debe llegar al menos al 90% de ese límite. Si no lo alcanza, debe repartir el dinero restante entre toda la plantilla. Y si al final de temporada los jugadores no han recibido el porcentaje de ingresos de la NBA que marca el convenio, los dueños de los equipos abonan el resto (también ocurre en sentido contrario). Este año el cheque será de 131 millones.

Los salarios máximos

En la NBA existe también un ‘contrato máximo’: un tope artificial de cuánto dinero puede ganar un jugador. Nació en el lockout de 1998 después de que Kevin Garnett, con sólo 21 años, firmara uno de 126 millones por seis temporadas.

Sólo en el primer día de mercado este verano, cuatro jugadores -Conley, DeMar DeRozan, Andre Drummond y Bradley Beal- alcanzaron acuerdos por cantidades muy superiores.

El contrato máximo se calcula como un porcentaje del límite salarial: hasta los seis años de experiencia pueden firmar por un 25%; hasta los nueve, por un 30%; y a partir de los diez, por un 35%. Tradicionalmente estaban reservados para las grandes estrellas, pero este verano también los firmarán jugadores como éstos, un escalón por debajo. Como dependen directamente del límite salarial, las cantidades se han disparado.

Pero como ese techo volverá a subir dentro de un año, serán mucho más asumibles. Y lo mismo ocurre con el resto de acuerdos. Timofey Mozgov, un pívot secundario, de 30 años, que sólo ha tenido media temporada relevante en su carrera y arrastra una operación de rodilla mal recuperada, firmará un contrato de 64 millones por 4 temporadas con los Los Angeles Lakers (por comparar, la pasada campaña habría estado entre los 25 jugadores mejor pagados de la NBA).

Ryan Anderson, un buen ala-pívot tirador, cobrará 80 en los Houston Rockets. Joakim Noah, que lleva dos temporadas difíciles con problemas de hombro y rodilla, 72 en los Knicks.Cualquier contrato que se firmó antes de este verano es hoy una ‘ganga’. Y los que se firmarán dentro de una semana serán más digeribles el próximo verano, cuando límite salarial suba aún más. Eso también ha facilitado que las franquicias tomen más riesgos: tienen más margen (mucho más dinero) para equivocarse.

Contratos de otro tiempo

La misma noche que Memphis ató la renovación de Conley, acordó el fichaje de Chandler Parsons por casi 95 millones en cuatro temporadas. El próximo curso, Memphis pagará más por ellos de lo que pagan los Warriors por Stephen Curry, Klay Thompson y Draymond Green juntos. Pero nadie ha perdido la cabeza. Es simplemente el nuevo precio de mercado de los jugadores de la NBA.

De un año para otro la liga ha triplicado sus ingresos televisivos. Hay mucho más dinero para repartir y los que han tenido la suerte o la visión de ser agentes libres este verano (como Conley, Parsons, Mozgov…) ya están pasando por caja. Ellos son, al fin y al cabo, los protagonistas. La principal razón para ese nuevo contrato televisivo que ha desatado esta lluvia de millones.

El salario de Stephen Curry
Stephen Curry cobrará la próxima temporada poco más de 12 millones de dólares. En los dos primeros días de mercado, 25 jugadores han alcanzado acuerdos verbales por cifras superiores a las del MVP de las dos últimas campañas. Otro medio centenar con contrato en vigor ya cobraban más. El dato tiene trampa, por supuesto.

Hace cuatro años, Curry entraba en un quirófano al sur de California para someterse a otra operación en el tobillo derecho. Era la segunda en los últimos doce meses, pues la anterior no había salido bien: había sufrido cinco esguinces en poco más de medio año y se había perdido 40 de los 66 partidos que se disputaron ese año. Creían que el daño estructural eran tan grande que habría que insertarle tendones de un cadáver. Sólo unos meses después, firmó su actual contrato.

Las dudas (muy razonables) sobre su estado físico le hicieron aceptar un acuerdo a la baja. Además, aunque ya se le caía el talento de los bolsillos, era difícil entrever a corto plazo el tipo de futuro futuro que empezó a destaparse en los playoffs de 2013, y aún menos que alcanzara la trascendencia que ha tenido estas dos últimas temporadas. Y, por supuesto, el escenario económico de la NBA era muy distinto. Es absurdo comparar siquiera contratos de hace un año con los actuales. El nuevo contrato televisivo lo ha cambiado todo.

Andrés Aragón/ elmundo.es

Dejanos tu comentario