LIMA (EFE).- El indulto concedido por el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, al exmandatario Alberto Fujimori, quien cumplía una condena de 25 años de prisión por violaciones a los derechos humanos, está bajo serias sospechas de ser un acuerdo político que los beneficia a ambos.

El aparente trato permitió a Kuczynski seguir en el sillón presidencial tras salvarse de ser destituido por el Congreso la semana pasada gracias a los votos de un pequeño sector del fujimorismo; y a cambio Fujimori obtuvo el domingo la libertad tras diez años de infructuosos intentos por salir de la cárcel.

Kuczynski, que se ha pasado su primer año y medio de mandato asfixiado por la presión del fujimorismo, que controla el Congreso con mayoría absoluta, se salvó el jueves pasado, contra todo pronóstico, de una moción del parlamento para destituirlo gracias a una decena de fujimoristas que se abstuvieron y no votaron a favor de su salida del cargo como el resto de su bancada.

Esos parlamentarios fueron liderados por Kenji Fujimori, hijo menor de Alberto Fujimori, quien en ocasiones anteriores ya había solicitado abiertamente a Kuczynski el indulto para su padre.

Indulto divide a Perú

La gracia a Fujimori divide nuevamente a Perú, marcada por la alegría de sus seguidores y la indignación de sus detractores, quienes buscarán devolverlo a prisión para que termine de cumplir una condena por violaciones a los derechos humanos.

La libertad de Fujimori abre un escenario impredecible en la política nacional, donde el actual presidente, Pedro Pablo Kuczynski, es duramente criticado por haberlo indultado.

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