“¿Quieres dejar de pertenecer al número de esclavos? Rompe tus cadenas y desecha de tí todo temor y todo despecho”.
– Epícteto de Frigia –

En el mundo de la informática cuando un dispositivo se “friza” el manual indica que hay que “resetear” el equipo, -reiniciar- o sea, poner en condiciones iniciales un sistema.

Interpolando esos conceptos a la situación de las relaciones bilaterales entre Haití y República Dominicana, todo parece indicar que el “sistema está frizado”, por tanto, lo recomendable es “resetear” nuestras relaciones bilaterales, por lo que parece necesario volver a los orígenes de la formación de Haití como nación libre, para así poder entender claramente su atípica manera de proceder, de sus actitudes, traumas y dolores, en sus relaciones como nación.

Desde el principio, los colonizadores europeos estereotiparon al negro como un “ser inferior” cuya existencia estaba predeterminada al trabajo forzoso, que se transformó en símbolo de la esclavitud, germinando las bacterias del racismo en contra de quienes les negaron sus derechos inalienables como seres humanos.

Como denominador común, expresado en el dolor e identidad racial, y que, vinculado al sentido cultural de su africanidad permitieron la redefinición de sus valores étnicos que al poco tiempo encendieron la mecha de la revolución haitiana de 1791, que trajo como consecuencia su independencia en 1804, siendo la primera nación negra libre del mundo.

Tras obtener su libertad, la unión entre los haitianos, empezó muy pronto a fragmentarse por la explosión de una “crisis de identidad” producto, probablemente, de la “mezcla racial” entre las diferentes tribus traídas del África que conformaron esa nación, variable que ha sido determinante para su definición cultural del ciudadano haitiano, y su configuración genética, que han influido en la evolución del desarrollo de su comportamiento atípico.

Desde nuestro punto de vista, esta “crisis de identidad” ha afectado al pueblo haitiano en su proceso de consolidación de sus propios valores de libertad, de igualdad y de fraternidad, que, precisamente son el lema de Francia y Haití, frase que nació de la Revolución francesa en 1789.

LIBERTÉ, ÉGALITÉ, FRATERNITÉ y el “efecto espejo” con sus secuelas tóxicas en las relaciones domínico-haitianas.

El “efecto espejo”, en psicología, consiste en uno ver en el otro las falencias, traumas y defectos, que uno mismo tiene y se niega a reconocer. Es la falta de aceptación de uno mismo, la baja autoestima y el deseo de pertenecer a un determinado grupo social.

Desde la óptica de este trastorno, entendemos que esto es lo que ha intoxicado nuestras relaciones bilaterales, pues Haití, lleva décadas en una feroz campaña de descrédito nacional e internacional, donde nos acusa, de manera infundada a los dominicanos de ser racistas, esclavistas y discriminadores; pero realmente, por el “efecto espejo”, ellos se están mirando a sí mismos.

Con la sana intención de demostrar nuestros argumentos, tomaremos el lema haitiano como base de sustentación conceptual:

1.-Liberté: ¿Son realmente libres los ciudadanos haitianos? La mejor forma de responder la encontramos en las inmortales palabras del apóstol cubano José Martí:

“Un pueblo no es independiente cuando ha sacudido las cadenas de sus amos, empieza a serlo cuando se ha arrancado de su ser los vicios de la vencida esclavitud, y para patria y vivir nuevos, alza e informa conceptos radicalmente opuestos a la costumbre de servilismo pasado, a las memorias de debilidad y de la lisonja que las dominaciones despóticas usan como elementos de dominio sobre los pueblos esclavos”.

En este ámbito, Haití, como nación, logró su libertad, no así los millones de desdichados haitianos que aún hoy son mantenidos bajo un régimen de esclavitud por una élite minoritaria y groseramente opulenta, que subyugan a millones de sus conciudadanos esclavizados en la más extrema pobreza, que continúan atados al cepo de la ignorancia más cruel y sujetados bajo el cautiverio del analfabetismo.

Esta élite económico-política es la que ha mantenido, a su conveniencia, a casi diez millones de haitianos sin otorgarles un acta de nacimiento, sin un registro nacional civil que pueda otorgarles un carnet de identidad, en la más espeluznante fábrica de cementerios de “vivos muertos”, constituyendo la más flagrante violación a los derechos humanos.

La prueba más relevante a esta afirmación la acaba de aportar el destituido embajador haitiano acreditado ante la República Dominicana, Daniel Supplice, que, en una carta llena de un coraje hercúleo, propio de los grandes hombres, dirigida al presidente de su país, Michel Martelly, acaba de erigir el más colosal documento de los últimos 60 años, donde expone punto por punto, de manera clara y directa, la realidad de la crisis migratoria domínico-haitiana. Además, de darles una lección a su propio presidente y a su canciller, de cómo se deben resolver los conflictos entre Estados. Al aportar datos demoledores que pulverizan toda la estrategia en base a mentiras urdidas contra la República Dominicana, reconoce que:

1.- El Estado haitiano no ha dado actas a sus ciudadanos hace 211 años.

2.- El Estado haitiano “fracasó” al no cumplir la promesa de proveer de la documentación requerida a cientos de miles de haitianos para así acogerse al generoso gesto humanitario del Plan de Regularización de Extranjeros del gobierno dominicano.

3.- El Estado haitiano sabe de la invasión pacífica a nuestro territorio ya que miles de sus hermanos y hermanas siguen cruzando la frontera “por debajo de los alambres” en la búsqueda de un bienestar.

4.- Su propio canciller haitiano, Lener Renauld, mintió flagrantemente ante la solemne asamblea de la OEA al decir que en la República Dominicana no estudia ni un solo haitiano, demostrando en su carta, los datos exactos, de su propia embajada a su cargo, que existen 44,310 jóvenes de su país estudiando en universidades dominicanas. Además, de los miles de niños haitianos que cruzan todos los días la frontera para estudiar en las escuelas nuestras.

5.- También docenas de mujeres y adolescentes haitianas paren cada día en los centros hospitalarios dominicanos, entre otras tantas, que desmontan las más groseras mentiras del gobierno haitiano contra nuestro país.

Por todo lo antecedentemente desarrollado podemos colegir que el concepto de “LIBERTÉ” del lema haitiano no existe, más bien siguen atados por su élite, a la servidumbre de la esclavitud.

2.-Égalité. ¿Existe la igualdad en la sociedad haitiana? Para esto, me remito al contenido de la responsable carta del ex-embajador Supplice, en la que encara con osada firmeza, a su propio presidente Martelly, que ellos -la elite haitiana- tienen otra realidad y la responsabilidad de asumir, y es que, desde su independencia hace 211 años han fracasado en reducir las “desigualdades” socioeconómicas, y “atenuar la espinosa cuestión del color”, en una clara referencia al racismo entre los mismos haitianos y las enormes desigualdades entre sus dos clases sociales.

Ese nefasto antagonismo tiene lugar cuando la pequeña República recién emancipada se dividió, a su vez, en dos mitades. La parte sur gobernada por el “mulato”, presidente Alexandre Pétion, y la otra parte, regida por el “negro” Henri Christophe, autoproclamado rey, con el nombre Henri I. Cada uno de esos líderes era la encarnación del símbolo de su propia clase, luego de ambos haber aniquilado a los de raza blanca. De manera, que la lucha por el poder político simbolizó un problema de color, terminando los mulatos dominando por mucho tiempo a los negros.

Para documentar aún más las alusiones al color de la piel entre los haitianos podemos encontrarlo en las primeras constituciones como nación cuando declaraban que “todo haitiano era noir (negro)” independientemente del color de su piel. También lo podemos comprobar a lo largo de toda la historia haitiana en que los términos “noir” y “mul‚tre” aparecen en todos los textos históricos, de ciencias políticas, de sociología y demás asignaturas documentales.

Pero donde se refleja con mayor grado el racismo en la sociedad haitiana es en su propio lenguaje, el crËole, donde “nËg” significa hombre, y como vía de consecuencia, al referirse a un hombre “negro” se dice “nËg nËg”, y si es “blanco” se dice “nËg blan”.

En este mismo contexto y hasta la actualidad, la longitud social y racial que se ha creado entre “mulatos y blancos”, también existen entre “negros y negros”. Pues en Haití habita una “élite negra” que desprecia y rechaza a sus hermanos del mismo color que no pertenecen a su exclusivo círculo social, económico y educativo, entretanto, la “élite mulata” se cree mucho más superior y diferente al negro de élite, y mucho peor si el negro proviene del populacho.

Por tanto, el color y el dinero son elementos esenciales en la división de clases sociales, lo que obstaculiza todo intento de integración social entre los mismos haitianos, tal como lo reconoció el ex-embajador Supplice. Por todo lo anteriormente analizado, tampoco existe ËgalitË en Haití.

3.-Fraternité: ¿Existe
“fraternitË” en Haití?
Como definición conceptual, fraternidad es el lazo de unión entre los seres humanos, basada en el respeto a la dignidad de la persona humana y en la igualdad de los derechos de todos los seres humanos.

Es más que evidente que en base a esta definición y sobreponiéndola a los análisis anteriores históricos, sociales, políticos y culturales de libertË y ËgalitË, no existe ni remotamente fraternitË en Haití.

Aquí subyacen los trastornos psicológicos de las razones del comportamiento de la élite haitiana en el trato de sus relaciones entre ellos mismos, y por ende, entre Estados.

Vistas las complejidades imperantes en la sociedad haitiana, podemos afirmar de manera indubitable, que la República Dominicana representa otro tipo de sociedad muy diferente.

Que las acusaciones a nuestra nación de que somos esclavistas, racistas y discriminadores no son más que las secuelas patológicas del EFECTO ESPEJO que padecen las élites haitianas, pues su desdichado pueblo no es más que una víctima de sus manipulaciones utilizando su oprobiosa mendicidad para mantenerse en el poder y enriquecerse de su pobreza y las ayudas de la conmisera y generosa comunidad internacional.

Para concluir, deseamos dejar por escrito a la nación dominicana una propuesta en aras de aportar una vía de solución a la crisis migratoria y las relaciones de nuestros países en la creación de un FORO NACIONAL de amplio espectro que procure unir todas las expresiones patrióticas alrededor de las políticas públicas del Estado dominicano para analizar y generar soluciones para mejorar nuestras relaciones con nuestros hermanos vecinos, tal como lo hacen los médicos responsables y competentes, partiendo desde el estudio ponderado del “historial clínico” del paciente y de la elaboración de una amplia batería de “análisis de laboratorio hospitalario”.

De esta forma, reescribiremos la historia nacional desdibujada por la erosión de los tiempos, y de paso, ayudaremos a nuestros hermanos haitianos a reencontrarse a sí mismos y entre ellos mismos, invitándolos, muy respetuosamente, a hacerse un examen autocrítico colectivo de las causas históricas, métodos y consecuencias de que la tragedia del tráfico de esclavos aún persisten en su desdichado pueblo, merecedor de mejor suerte, haciéndoles entender de que “todos” los haitianos son libres y no atados al servilismo, de que son “todos” iguales entre sí y no existirá el racismo y desigualdad entre ellos, y de que “todos” pueden convivir en una sociedad justa donde impere la fraternidad entre hermanos conciudadanos en base al respeto mutuo de sus derechos humanos y garantías constitucionales.

Y así, ya “reseteado el sistema” de nuestras relaciones bilaterales podremos exhibir al concierto de naciones libres del mundo que sí es posible que en una isla puedan coexistir dos naciones soberanas y diferentes, en armonía y respeto mutuo, enarbolando ambas con orgullo nuestros respectivos lemas sagrados; los haitianos el de LIBERTÉ, EGALITÉ Y FRATERNIT», y los dominicanos, el de DIOS, PATRIA Y LIBERTAD !!!!!!

Rafael Guillermo Guzmán Fermín/ El autor es miembro del Círculo Delta.

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