“Solo si una raza de extraterrestres nos invade y nos obliga a todos a montar en bicicleta”. Eso comentaba la revista especializada Grist luego de que Barack Obama anunció hace tres años que EE. UU. reduciría sus importaciones de crudo en un tercio para el 2025.

La burla, aunque ácida, era entonces justificable. A lo largo de las últimas cuatro décadas todos los presidentes habían prometido lo mismo –acabar con la dependencia de fuentes de energía externa– sin siquiera arrimarse a la meta. Obama, como sus antecesores, también se equivocó. Pero por razones totalmente contrarias.

Desde hace algunos años, EE. UU. viene experimentando un boom petrolero (y otras fuentes de energía) de tal magnitud que ha logrado ya reducir su demanda en más de un 30 por ciento, once años antes de lo previsto por el mandatario.

Lo que es más, el año entrante, si la producción continúa al ritmo actual, superará a Arabia Saudí para convertirse en el mayor productor de petróleo del mundo y, según estadísticas del departamento de Energía, podría llegar a la anhelada autosuficiencia en diez a quince años.

Es por eso que muchos lo culpan hoy por la caída en los precios internacionales del crudo que se viene registrando.
Esta semana, el precio promedio del barril cayó a 82 dólares, su cotización más baja desde el 2010 cuando alcanzó a estar en 110 dólares. (Lea también: Petróleo se cotizó por debajo de US$ 80 por primera vez en dos años).

De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (AIE), su valor podría caer aún más en los próximos meses. Algo que tiene felices a los consumidores, ya que pagan menos a la hora de tanquear, pero causa alarma en países productores como Venezuela, Rusia, Irán y hasta Colombia, donde la venta del crudo representa un porcentaje alto de sus ingresos por exportaciones.

Caracas, por ejemplo, ha pedido una reunión de emergencia de los países miembros de la OPEP (que piensa citarse oficialmente a finales de noviembre ) para discutir una posible reducción en la producción de crudo.

El ‘milagro estadounidense’ –o maldición para otros– comenzó hace unos diez años en Texas cuando se comenzó a experimentar con nuevas técnicas como el cavado horizontal y el ‘fracking’. Estas permitieron acceder a grandes yacimientos de crudo antes inasequible. No solo en este estado sino en otros como Dakota del Norte y Alaska. Desde el 2004 y gracias estos desarrollos, la producción de EE.UU. ha crecido un 56 por ciento.

El estimado de producción para el 2014 es de 8,53 millones de barriles diarios y de 9,53 millones para el 2015, las cifras más altas que se registran desde 1970.

Y aunque EE. UU. aún importa al menos unos 8 millones de barriles (el 30 por ciento de sus necesidades domésticas), el repunte de la producción nacional ha permitido reducir sus necesidades externas y, por lo tanto, creado un excedente en los mercados internacionales.

Pero no solo es la bonanza estadounidense la que estaría generando la caída del precio del petróleo. En general, la demanda mundial de crudo se ha reducido en estos últimos años. En parte por el estancamiento de las economías europeas y la reducción del crecimiento en las asiáticas.

En el caso de EE. UU. por ejemplo, la demanda se redujo de casi 21 millones de barriles diarios en el 2005 a 18,64 en el 2013.

Y aunque esa caída está atada a la crisis económica del 2008, también tiene mucho que ver el desarrollo de carros más eficientes, y los hábitos de las nuevas generaciones, que cada vez utilizan menos el automóvil gracias a mejoras en los sistemas de transporte público, nuevas aplicaciones (como Uber) que permiten conseguir un taxi con más facilidad y más opciones de movilidad como las bicicletas para alquiler.

A esa reducción de la demanda mundial se ha sumado un incremento en la producción en otros países como Libia e Irak, y la resistencia de países como Arabia Saudí, que se niegan a frenar la producción pues le apuestan a mantener sus mercados pese a recibir menos ingresos.

Aún así Jeff Lane, exsubsecretario de Energía para Asuntos Legislativos de la administración Obama y hoy consultor en la firma de abogados Denton, cree que el factor más relevante en el mapa del mercado petrolero es sin duda el nuevo rol de EE. UU.

“Si bien hay muchos factores internacionales que contribuyen a la baja en los precios del crudo, entre ellos el alza de la producción en Libia, la parálisis de las economías en Europa y la baja demanda tanto en el Viejo Continente como en Japón, no hay duda que el incremento de la producción en EE. UU. es muy importante. Las nuevas tecnologías han contribuido a una mayor producción, al punto que algunos legisladores ya están pidiendo que se revalúe la prohibición a la exportación de crudo que está vigente desde los años 70”, dice Lane.

Nadie sabe a estas alturas cuál es el piso en la caída del precio del petróleo. En gran parte eso dependerá de la decisión que tome la OPEP cuando se reúna en noviembre, pues controlan más del 40 por ciento del mercado, y hay factores externos de difícil proyección, como la recuperación económica de Europa o el crecimiento de la demanda en países emergentes.

Lo que si es claro es que EE. UU., pese a continuar siendo el principal consumidor del mundo, ha dejado de ser un invitado de piedra en el ajedrez del mercado internacional del crudo.

Sería la cifra más baja desde 1968

“El crecimiento de la producción petrolera de EE. UU., que llegará a unos 10 millones de barriles diarios a finales del año entrante, permitirá recortar su importación de crudo del 30 % a solo el 21 % de lo que necesita para suplir la demanda interna. Esta es la cifra más baja desde 1968”, aseguró Adam Sieminski, administrador de la Agencia Internacional de Energía.

Golpe para Colombia es de gran magnitud

La caída del precio del petróleo tiene en alerta a las autoridades económicas del país debido a los ingresos que se dejarán de percibir. Según el ministro de Minas y Energía, Tomás González, por cada dólar que caiga el petróleo durante un año, la Nación deja de percibir unos 400.000 millones de pesos por las menores utilidades de Ecopetrol, la caída de los impuestos y las regalías.

Todo esto ocurre en un contexto de caída de la producción local y sin perspectivas de encontrar nuevos yacimientos.

SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington.

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