Por: Anatxu Zabalbeascoa,

Hace un lustro que Josep Bunyesc construyó una de las primeras casas pasivas que se levantaron en España: su vivienda y estudio en Lleida. Una casa pasiva requiere poca energía para funcionar. Y esa poca energía trata de producirla (o acumularla) la propia arquitectura. Durante este tiempo, el coste energético de ese hogar y lugar de trabajo aislado , que está funcionando todo el día ha sido –según su autor- de 300 eruos al año. El buen aislamiento y un diseño bioclimático -que prima la captación solar pasiva en invierno y emplea protecciones frente al soleamiento en verano- están detrás de ese ahorro. Electrodomésticos de bajo consumo y paneles solares para el agua caliente también han ayudado a reducir la factura energética.

Partiendo de la experiencia en su propia casa pasiva, Bunyesc ha optado por instalar, en otras viviendas un sistema de captación solar activo fotovoltaico que suministra la energía que necesita la vivienda. La pega de este sistema radica en que en muchas ocasiones produce mucho más de lo que la vivienda necesita consumir.
Este paso llevó al arquitecto ilerdense a hablar de “la vivienda como productora de energía”. Una energía que no se puede vender –en España- pero sí derivar a otras cuestiones, como la movilidad (coches eléctricos o bicicletas).Eso es lo que hizo este arquitecto en su propia vivienda. Bunyesc ha llamado a esta casa, que capta más energía que la que consume, “casa positiva”. Así, su antigua casa pasiva de Lleida es hoy una vivienda activa (además de positiva).
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No se trata de una idea teórica o utópica, es la propia casa del arquitecto. “La captación fotovoltaica de la cubierta suministra energía eléctrica a la vivienda y al vehículo híbrido enchufable (plug-in) de Toyota”, explica.  Bunyesc habla de hechos: cuenta lo que ha hecho y lo que ha utilizado. Los resultados son buenos. Está  convencido de que el avance, en esa línea, es irreversible. Por eso ahora trabaja ya en el tercer paso: en poder almacenar energía en el vehículo y poder trasladarla luego de su batería a la vivienda.La idea es emplear el motor hibrido del vehículo como generador de energía auxiliar cuando el sol no sea suficiente para poner en marcha la vivienda. “Esto crearía una simbiosis importante entre casa y coche, donde la sala de calderas -o el local de instalaciones- ya no estaría en la casa sino sobre ruedas. Un mismo vehículo se podría compartir entre vecinos o se podría utilizar para diferentes edificios o segundas residencias” explica.  Este segundo paso de reversibilidad se está desarrollando como experimento en Japón. Bunyesc confía en poder probarlo en breve también aquí.

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Sobre el autor

La periodista e historiadora escribe sobre todas las escalas de la arquitectura y el diseño en El País y en libros como The New Spanish Architecture, Las casas del siglo, Minimalismos o Vidas construidas, biografías de arquitectos.

Anatxu Zabalbeascoa

 

 

 

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