Santo Domingo,
Primero un saludo y luego una pregunta para confirmar la identidad del pasajero. Sigue la revalidación del punto de destino y otra consulta para saber si el viaje puede ser iniciado. Y entonces estamos en el camino, con tiempo estimado de 15 minutos y poco más de cuatro kilómetros por recorrer.

Conduce Luis Chapman, ingeniero en sistemas desempleado, que sumó su primer servicio como taxista a los 17 millones de transbordos logrados por Uber en todo el mundo, un sistema de taxis manejado enteramente por telefonía móvil.

Y de paso aprovechó para escribir su nombre en el millón de conductores disponibles en los 63 países y 344 ciudades en los que da servicio la compañía de transporte, polémica en varias ciudades del mundo por el desplazo a los taxistas tradicionales.

Los vehículos de Uber recorren las calles de Santo Domingo desde el pasado martes con una tarifa de 10 pesos por kilómetro y RD$5 por minuto, con un pago mínimo de RD$70, con unidades del año 2006 hacia adelante, choferes capacitados y un público que por el momento es limitado.

Sus características de operación lo excluyen del gran público, reconoce Chapman: no todos los ciudadanos dominicanos cuentan con una tarjeta de crédito, y tampoco el gran público de taxis tiene en sus manos o bolsillos un teléfono inteligente, con servicio de datos con movilidad. Pero ahí también hay una ventaja, dice. El público con el que tratará tendría cierto nivel socioeconómico, y eso lo incentiva por la relación obligatoria en cada trasbordo.

El monstruo del transporte privado funciona con una aplicación en su teléfono inteligente, descargada de forma gratuita, que muestra la disponibilidad de conductores basándose en nuestra ubicación actual. Permite entonces al usuario decidir cuál de las opciones está más cerca y luego rastrear su recorrido hasta la ubicación de recogida.

La aplicación trabaja sobre el mapa de la ciudad, con la elaboración de la ruta que lleva al destino final a los pasajeros, y el señalamiento de rutas alternas ante taponamientos en las vías principales de circulación de la capital dominicana.

El pago es enteramente electrónico: el usuario al registrarse facilita una tarjeta de crédito, desde donde se debita el monto generado al finalizar cada recorrido, y el conductor recibe el depósito de sus viajes cada semana, con el descuento del 25% que le hace la compañía por servicio y que sirve como sustento de la plataforma.

“Yo lo veo como un servicio que va a crecer, cuando la gente se vaya enterando de las ventajas del transporte, el precio y la calidad de todo el sistema”, dice mientras nos conduce desde el ensanche Miraflores, donde está la sede del LISTÍN DIARIO, hasta la plaza comercial Ágora Mall.

Con la presión sobre el botón rojo de su teléfono móvil llega la cuenta: RD$145, y una nueva notificación para Luis: otro servicio, el segundo de la mañana y de su carrera por Uber y las calles de Santo Domingo.

Luis Chapman conduce una yipeta Ford Escape del año 2010 y con nosotros estrenó el servicio de Uber. Para formar parte del equipo de conductores se sometió a pruebas antidrogas y a un riguroso examen sicológico. Al superar esas dos pruebas se entrevistó con una sicóloga que finalmente dio el visto bueno para su incorporación. Su vehículo también fue chequeado y aprobado. La norma de la compañía obliga a que los autos sean, como mínimo, del año 2006.

Es ingeniero en sistemas y no tiene empleo por el momento. La idea de ser taxista ya se le había ocurrido, pero ante los costos que le imponían desde las compañías tradicionales, como el pago de la antena y radio de comunicación, le llevaron hasta Uber.

Juan Eduardo Thomas/listindiario

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