Denunció también a los traficantes de personas, los explotadores del trabajo infantil, y a los traficantes de armas.
Sin pelos en la lengua, el Papa Francisco puso en guardia a los políticos corruptos de que «no serán felices en el más allá pues su corazón está podrido», y tampoco lo serán en esta vida. Con la misma claridad denunció a los traficantes de personas, los explotadores del trabajo infantil, «que sufre decenas de millones de niños, ¡decenas de millones!», y los traficantes de armas, que son «mercaderes de muerte».

«¿Vosotros pensáis que los corruptos, los traficantes de seres humanos y los fabricantes de armas son verdaderamente felices?», preguntó el Papa. Y respondió: «No lo son. Deberán rendir cuentas a Dios, y no podrán llevarse al más allá su poder, su dinero, su orgullo y su vanidad». No lo decía airado sino sereno. Más bien con lástima por el tremendo daño que causan a otros y se causan a si mismos.

En la audiencia general con unas sesenta mil personas, el Papa estaba contento y descansado. El agotamiento tras la plegaria por la paz con los presidentes de Israel y Palestina el pasado domingo le obligó a cancelar las audiencias y el programa de trabajo durante un par de días, pero el reposo forzado le ha sentado bien.

Como el sol pega ya muy fuerte en Roma, el Papa recibió a los enfermos en el Aula Pablo VI, que tiene aire acondicionado, una hora antes del comienzo de la audiencia general. De ese modo, los enfermos pudieron saludar al Papa y seguir después en video desde un sitio fresco la audiencia general en una plaza donde la temperatura superaba ya los treinta grados.

 

El Santo Padre comenzó explicando que el último de los dones del Espíritu Santo, el temor de Dios, «no quiere decir tener miedo a Dios, que es nuestro padre y nos ama, sino la actitud de quien deposita su confianza en Dios y se siente protegido como un niño por su papá».

Abrir el alma «para que la bondad y la misericordia de Dios vengan a nosotros» ayudará, según el Papa, «a ser cristianos convencidos, entusiastas, que no se someten al Señor por miedo sino porque han sido conmovidos y conquistados por su amor».

Al mismo tiempo, «el temor de Dios es una ‘alarma’ para quien va por mal camino». En esa categoría incluyó en primer lugar a los políticos corruptos, junto con los traficantes de personas, los que explotan el trabajo esclavo y «los que fabrican armas para fomentar guerras».

Francisco sorprendió a los peregrinos preguntándoles: «¿Cuántos de vosotros sois fabricantes de armas? Ninguno… Esto es porque ninguno de esos viene a escuchar la palabra de Dios. ¡Son mercaderes de muerte!».

El Papa recordó que este jueves es la Jornada contra el Trabajo Infantil, un problema gravísimo pues «decenas de millones de niños, ¡decenas de millones!, viven obligados a trabajar en condiciones degradantes, expuestos a la esclavitud y los abusos. Deseo vivamente que la comunidad internacional extienda la protección social a los menores para erradicar esta plaga».

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