Para quienes leen mis artículos, el Informe de Desarrollo Humano presentado hace tres días por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en San Salvador; en el que se consigna la disminución en casi cuatro puntos de la clase media dominicana, no es nada nuevo. He advertido casi histéricamente sobre la proletarización de la pequeña burguesía, y sus consecuencias inmediatas. Pero la práctica política dominicana vive queriendo transformar con propaganda, la realidad que ellos mismos crean.

Cuando el trujillismo cayó la sociedad dominicana estaba frisada por completo. Desde el año 1955 la economía del régimen trujillista se había contraído, y la sociedad en su conjunto se inmovilizó en sus estratificaciones sociales. Si algo podemos colegir del estallido social de 1965 es el hecho de que llamó la atención sobre la necesidad de cerrar la brecha social que el trujillismo había dejado, y obligó a levantar a una clase media que amortiguara el impacto de la polarización. Para bien o para mal, esa clase media ha sido el sustento de toda la mínima estabilidad social vivida.

Ahora esa clase media atraviesa la incertidumbre de su propia existencia. Está amenazada, casi condenada, a desaparecer. Y sus verdugos son, precisamente, otros pequeños burgueses, a quienes Juan Bosch estudió, y predijo lo que harían si reproducían en el poder los vicios de origen que arrastraban consigo. Son siete paquetazos fiscales sobre sus costillas los que les ha conectado el PLD, la exacción fiscalista es insoportable. A la clase media dominicana le resulta imposible mantener el tambaleante estado de bienestar que ha disfrutado, y se desliza imparable hacia la fosa sin fin de la proletarización, arrastrando consigo a los sectores más empobrecidos. Es lo que acaba de proclamar el PNUD; esa franja ampliada del colchón social de la pequeña burguesía, naufragando hacia la pobreza y la vulnerabilidad.

Y eso es una bomba de tiempo. Lo hemos advertido una y otra vez, hay en la sociedad dominicana una sensación de catástrofe, una atmósfera de cataclismo moral, un desasosiego de la esperanza. La desaparición paulatina del pequeño burgués, de la clase media; tiene consecuencias sociales dramáticas. Sin ese colchón social el país entra en una etapa de inestabilidad que incrementará la delincuencia, la corrupción, la búsqueda desesperada de aliciente para la reproducción de la vida material. En este país la corrupción se tragó el progreso, y el drama de la clase media es prefigurar su ocaso. A eso no se puede responder con propaganda, hay que, como dice el PNUD, “blindar (…) los sistemas de protección, para que los pobres puedan moverse hacia adelante”. La desaparición de casi el cuatro por ciento del segmento de clase media en nuestro país, demuestra que nos movemos hacia atrás.

En mi columna del 7 de este mismo mes, titulada “Panfletos y proclamas”, escribí lo siguiente: “Danilo Medina se está comiendo con yuca a la clase media. Al inicio de su gobierno le arremangó un nocaut con el paquetazo, reduciendo considerablemente el precario estado de bienestar que había acumulado con innumerables sacrificios. Los ricos siempre tienen fórmulas para eludir las cargas impositivas; son la clase media y los más empobrecidos quienes pagan los platos rotos del estropicio que los gobernantes realizan”. Porque es lo que ha ocurrido. ¿Sobre los hombros de quién echó Danilo Medina la responsabilidad del déficit fiscal del 2012? En esa misma columna lo explico “Ese paquetazo fiscal del 2012, por ejemplo, se impuso para escapar a la realidad del desfalco y la corrupción más burda de toda la historia dominicana, perpetrados por el gobierno anterior de su propio partido. Y demostró que el poder real escapa a las reglas del derecho, y que el sistema mismo es una manera de ejercer la violencia, de desplegar la asimetría de la justicia que debería haber juzgado a tantos canallas que se enriquecieron a costas del sacrificio de todos”.

Mañana saldrá de nuevo el mentiroso mejor pagado del mundo a decir que hemos crecido 7.2% este año; las bocinas inscritas en el presupuesto extraviarán el chillido desgañitándose para demostrar la falacia del PNUD, y los burócratas permutarán un guiño por un enfado porque se trata de un organismo internacional. Pero todo eso tan solo configurará la angustia de la realidad incontrovertible que nos indica que la pequeña burguesía, trabajosamente erigida después del año 1965, se está descascarando de forma inexorable.

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