Para algunos no existe la crisis económica.

Conforme se empeora la escasez de alimentos, se extiende la cola de compradores alrededor de un supermercado en la sección arbolada de Altamira en el este de Caracas. Si cruzas la calle verás un escenario muy diferente: el Hotel Cayena, cuyos costos de producción alcanzaron US$40 millones, se ha convertido en un refugio para los venezolanos que pueden pagar US$1,000 por una botella de champaña La Grande Année de Bollinger.

Ese precio equivale a 40 veces el salario mínimo mensual en Venezuela. Mientras tanto, los bienes básicos como el aceite de cocina, azúcar, arroz y harina de maíz se vuelven cada vez más escasos y sus precios siguen subiendo.

El anterior gobierno socialista aprovechó los precios altos del petróleo para establecer programas para ayudar a los pobres, intentando reparar las enormes inequidades que siguen existiendo en Caracas.

Ahora la economía se ha colapsado, sumiendo a Venezuela — que tiene reservas petroleras aún más grandes que Arabia Saudita — en una de las peores crisis en los 200 años de su historia.

La escasez de alimentos y la inflación no son fenómenos nuevos pero se han ido empeorando. Hace tres décadas, Venezuela tenía los estándares de vida más altos en América Latina. Caracas era la envidia de las ciudades vecinas con sus museos y galerías que exhibían las más preciadas colecciones de arte moderno en la región.

Actualmente, 17 años después del inicio de la revolución socialista, no hay papel de baño en las tiendas y los venezolanos se han hartado. “No hay” es la respuesta que se escucha cuando les preguntas a los comerciantes si tienen bienes básicos disponibles.

Pero no es así en el Hotel Cayena. “Éste es un oasis en medio del caos; todo funciona y puedes encontrar de todo”, dice un inversionista del hotel mientras mezcla un poco del queso italiano Grana Padano en su risotto de setas. “La riqueza que existía antes de que asumiera el poder Hugo Chávez sigue existiendo, pero más reducida”.

Por ahora, el negocio del inversionista, que desea permanecer anónimo, se ha escapado del llamado a la guerra que alguna vez resonó a través del país. “Qué tiemblen los oligarcas” era el mantra del Presidente Chávez cuando inició su revolución socialista en Venezuela. Las amenazas de expropiaciones provocaron el éxodo de los venezolanos ricos a Miami.

De hecho, la “Revolución Bolivariana” iniciada por el Sr. Chávez, que sigue intentando mantener su sucesor Nicolás Maduro, prometió quitarles el poder a los venezolanos pudientes. Estos individuos llamados ‘escuálidos’ y ‘pelucones’, han sido criticados por los funcionarios durante muchos años, sin embargo muchos han resistido los intentos de confiscar su riqueza.

El elegante Caracas Country Club, fundado hace casi 100 años, tiene 3,000 miembros que disfrutan de bellos jardines, habitaciones llenas de antigüedades y un campo de golf de 18 hoyos. “Siempre está lleno, porque aquí la gente se siente segura”, dice un empresario miembro del club.

Tiene razón en decirlo. Caracas es una de las ciudades más mortíferas en el mundo, la seguridad es considerada el problema principal para todos los venezolanos, ricos y pobres. “La situación es totalmente trágica”, dice un empresario respetado, quien es uno de los 240 vecinos pudientes quienes viven en el área que rodea el club.

Recientemente uno de sus vecinos fue secuestrado cerca de algunas de las residencias diplomáticas que se encuentran en el área. Al igual que muchos de sus amistades, él recibe suficientes ingresos de las operaciones locales de su compañía para contratar a un chofer y un coche blindado, pero no para pagar las colegiaturas de las universidades estadounidenses de sus hijos.

A pesar de sus quejas, la mayoría de los ricos en el país viven sus vidas en dólares. Ya que la moneda local ha bajado, permanecer en Venezuela se ha vuelto mucho más asequible.

Sin embargo, en este ambiente es difícil percibir que el país está en medio de una crisis económica. A finales del año pasado, se inauguró una franquicia del reconocido Buddha-Bar en Caracas. En la fiesta de inauguración fluyó la champaña Taittinger, los invitados disfrutaron de los malabarismos de acróbatas y los percusionistas proporcionaron el ritmo para la celebridad de la noche, DJ Ravin. “Sigue habiendo gente bella con dinero que quiere disfrutar de la vida aquí”, dice el dueño venezolano de ascendencia libanesa quien abrió el bar.

Y eso es verdad. Durante los fines de semana alquilan barcos o aviones privados para visitar las playas vírgenes de Los Roques, un archipiélago venezolano que queda a 130km de la costa, el cual era muy popular entre los turistas europeos y latinoamericanos antes de la crisis. Las aguas cristalinas son uno de los pocos lujos que quedan en la costa caribeña de Venezuela, gran parte de la cual está cubierta de latas de cerveza vacías.

Sin embargo, muchos piensan que los problemas del país son la culpa de los ‘enchufados’ del gobierno. Los malos manejos han llegado a niveles tan altos que la comisión de finanzas de la legislatura dice que durante los 17 años del Chavismo se han desaparecido cerca de US$425 mil millones del fondo público.

Mientras tanto, las ventas de automóviles de lujo están en el nivel más alto que se ha visto en años: cerca del Hotel Cayena, hay un Ferrari color rojo de 1960 a la venta por tan sólo US$300,000.

Entonces parece ser que para más que unos pocos, no existe una crisis económica. “Para muchos, la situación en el país no es tan difícil”, dice el gerente de un concesionario de automóviles mientras señala un Porsche 911 Targa que cuesta US$210,000.

“Incluso en la situación actual los ricos son más ricos y ahora hay muchos nuevos ricos que pueden pagarlo”.

Por Andres Schipani (c) 2016 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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