Los republicanos logran la mayor victoria de la era Obama
Impulsados por el descontento con el presidente de Estados Unidos y por la apatía de los votantes demócratas, los republicanos conquistan el Senado.
Los republicanos conquistaron la totalidad del Congreso en las elecciones legislativas de este martes en los Estados Unidos, que dejan al presidente Barack Obama y a sus aliados demócratas frente a dos años de difícil convivencia.
Además de asegurar el control que mantienen desde 2010 sobre la Cámara de Representantes, los republicanos arrebataron a los demócratas al menos siete bancas claves para garantizar 52 miembros en el Senado de 100 escaños.
«El pueblo estadounidense confió en el Partido Republicano», dijo su presidente, Reince Priebus, poco después de la debacle demócrata.
El Partido Republicano obtuvo este martes su mayor victoria electoral desde que el demócrata Barack Obama llegó a la Casa Blanca en 2009. Impulsados por el descontento con el presidente de Estados Unidos y por la apatía de los votantes demócratas, los republicanos conquistaron el Senado, hasta ahora con una mayoría del Partido Demócrata, y ampliaron su mayoría en la Cámara de Representantes.
Las elecciones de medio mandato, las últimas antes de que Obama abandone el poder en 2017, conceden a la oposición el control absoluto del Congreso y aíslan a un presidente debilitado y en retirada. En las elecciones al cargo de gobernador, el Grand Old Party el partido de Lincoln y Reagan, de Nixon y los Bush— se impuso en bastiones progresistas como Maryland, Massachusetts e Illinois.
La victoria culmina seis años en los que, elección tras elección, los republicanos han ocupado nuevas parcelas de poder en Washington. En 2009 el Senado y la Cámara de Representantes eran demócratas. En 2010, los republicanos ganaron la mayoría la Cámara de Representantes. El último paso sería la conquista de la Casa Blanca dentro de dos años.
El resultado de las elecciones, tras una campaña en la que se han gastado cerca de 4.000 millones de dólares, no es una sorpresa por la identidad del partido vencedor pero sí por las dimensiones del triunfo. La mayoría de sondeos pronosticaba que el Partido Republicano sumaría los seis escaños que necesitaba para hacerse con la mayoría.
Cerca de las once y media de la noche, los republicanos proclamaron la victoria tras confirmarse que habían arrebatado a los demócratas los seis estados necesarios para la mayoría de 51 escaños: Colorado, Arkansas, Montana, Virginia Occidental, Dakota del Sur y Carolina del Sur (el Estado que le dio la victoria final). Minutos más tarde, los republicanos declararon la victoria en Iowa.
El senador por Kentucky Mitch McConnell, actual líder de la minoría, debe convertirse en el nuevo líder de la mayoría del Senado. Junto al presidente de la Cámara de Representantes, el también republicano John Boehner, será el principal interlocutor de Obama a la hora de gobernar la primera potencia mundial.
Obama ha invitado el viernes a la Casa Blanca a los líderes de ambos partidos en el Congreso, según anunciaron, incluso antes de conocerse el resultado final, fuentes de la Administración de Obama. En un discurso tras proclamarse vencedor en la elección por el escaño de Kentucky, McConnell tendió la mano a Obama y dijo que ambos deberán buscar puntos de coincidencia para trabajar juntos.
«Sólo porque tengamos un sistema con dos partidos no significa que debamos vivir en un conflicto perpetuo», dijo.
En lo esencial, el dominio republicano en ambas cámaras de Congreso no altera los equilibrios de poderes. Desde que el Partido Republicano asumió el control de la Cámara de Representantes hace casi cuatro años, la oposición ya disponía de un derecho de veto sobre las iniciativas de la Casa Blanca. Con el Senado y la Casa Blanca en manos demócratas y un ambiente de polarización ideológica, la política federal quedó bloqueada. En los últimos años el Congreso, uno de los más improductivos de la historia, no ha adoptado ninguna ley de calado.
La parálisis puede acentuarse tras la victoria republicana. Este partido es hoy más poderoso y dispone de más resortes para impedir nombramientos de altos cargos, iniciar investigaciones por casos de mala gestión o corrupción y desmontar leyes como la reforma sanitaria. El presidente preserva el poder de vetar las leyes del Congreso.
Otra hipótesis, a partir de ahora, es que el Partido Republicano —derechizado en los últimos años bajo el influjo del movimiento populista Tea Party— abandone la política del no y se convierta en un partido de gobierno. Ya no podrá escudarse en que el Senado es demócrata. Todo el poder legislativo es suyo.
Las elecciones renovaron los 435 escaños de la Cámara de Representantes y 36 escaños del Senado. La victoria republicana refleja el rechazo de los votantes conservadores a Obama y el desencanto de sus bases tradicionales.
Las legislativas fueron en parte un referéndum sobre Obama y sus políticas. No es inusual que sirvan de castigo: desde Franklin D. Roosevelt todos los presidentes, con contadas excepciones, han perdido escaños en las elecciones de medio mandato. Los logros económicos de Obama —la tasa de desempleo, de un 9,5% en 2010, es ahora de un 5,9%— significan poco para unas clases medias que en la última década han perdido poder adquisitivo y que no se sienten beneficiadas por un ritmo de crecimiento que la mayoría de países europeos envidiaría.
Además de la impopularidad de Obama, la baja participación, habitual en las legislativas, perjudicó a los demócratas. La amplia coalición de votantes que el presidente sacó a votar en 2008 y 2012 —jóvenes y minorías, entre ellas la más pujante: la hispana— se ha quedado en casa.
Que estuviesen en juego más escaños demócratas que republicanos ha influido: entre los derrotados se encuentran senadores que ganaron en 2008 aprovechando la ola de la obamamanía en estados conservadores.
Pero las elecciones arrojan signos preocupantes para Obama y su partido: el Partido Republicano vence en Colorado y roza la victoria en Virginia, estados tradicionalmente conservadores que Obama convirtió en demócratas en las presidenciales de 2008 y 2012. Es arriesgado extrapolar los resultados de estas elecciones a unas presidenciales, pero la coalición y el mapa de Obama parece desde hoy más frágiles que nunca.