Tu dulzura -sólo comparable al optimismo proverbial de tus actos cotidianos- resuena con energía en el transcurso de los años, se multiplica y agiganta en cada uno de tus retoños; apenas deja ver a la Chica de las trenzas blancas1, en su brioso corcel con su fusta en las manos, agitando el viento, en veloz carrera hacia el infinito, esperando que le alcances en el sueño eterno, junto a Fellita, Livia, Fellito y tantos otros… Son más de 105 los hijos, nietos, biznietos y tataranietos; pero solamente son 105 años de vida hermosa, fructífera, plena; abundante en dicha, salud, bienestar, los que llevas sobre la faz de la tierra; iluminando con tu amplia sonrisa el camino hacia la felicidad, aplazando magistralmente -de manera infinita- el inevitable encuentro, que esperamos tarde mucho tiempo en producirse.

dona lucindaTodos te aman con locura, se sienten afortunados de tenerte con esa lucidez mental que no creímos disfrutar a estas alturas, con esa alegría de vivir y ese entusiasmo contagioso, fortaleza de tu otoño, farol potente y clave absoluta del éxito tuyo y de tus descendientes.

Para la Chica aquella, fuiste solamente su primogénita; su dulce bebe; la piedra angular de la formación en ideas y valores del resto de sus hijos; su tesoro preciado, su orgullo, su digna continuadora; su Lucinda de siempre, su amiga fiel; su compañera en los galopes hacia la misa dominical….

Para los que llevamos tus genes en los cromosomas, familiares, y amigos, eres no solamente la continuidad de la Chica aquella de las trenzas blancas que, por cierto, ya las ha heredado la tía Rosa; justamente al cumplir sus cien años; eres también la espada trastocada en machete de labranza, para el cultivo agrícola de tu conuco de cinco tareas; allá en la frontera de tu hogar; donde crecían los ajíes y tomates del revoltillo de huevos del desayuno; el rulo, el guineo, el plátano, la yuca, yautía, la naranja Juan Basilio, la piña del postre, la verdura y el cilantro ancho.

Verte cruzando la alambrada y desterrando la maleza a tu paso, cual guerrero rabioso, eliminando sin contemplaciones al enemigo; al que conspira contra el bienestar de los tuyos; al que impide la abundante cosecha, sólo se iguala al genio de la industria en que te convertías cuando

batías enérgicamente la leche para producir la mantequilla y el queso de la compaña; oh abuela querida, enorme y grande; has sido y eres ejemplo de lealtad y fidelidad; de inconmensurable amor en tus preocupaciones para que nunca tus nueve hijos anduvieran juntos en un solo vehículo, a fin de cuidarlos, protegerlos y guiarlos en el sendero del bien obrar, la verdad; la justicia y la caridad.

A tus nietos y biznietos los visitabas no solamente cuando nacían, sino también en cada acto importante de sus vidas; oh que grandioso verte junto a tu esposo llevarlos a la playa!; participar de sus cumpleaños!; abrazarlos en las universidades durante las graduaciones!, estar en primera línea en sus bodas…!

El coraje y fortaleza demostrados en tu reciente viaje al Este para visitar a tus hermanas; inspeccionar tus propiedades y saludar a tus vecinos; es una hazaña más dentro de tu amplia cadena de éxitos; otro rasgo de la esencia de tu personalidad amorosa sin igual, de tu solidaridad y tu celo por la familia.

Desconozco si el origen de esa fuerza es tu fe? O es acaso tu inagotable amor por los tuyos? Herencia de la Chica aquella? O el coraje y valor de tu padre tal vez?2 O quizás es la renovación continuada de tu interés por vivir cada vez que te ruborizas cuando recibes el beso en la mejilla? Pero con absoluta certeza sé que es la base de tu salud, tu apetito por el tocino, el chicharrón y el resumen de la ternura y cariño con los cuales te alimentan tus hijos. Feliz cumpleaños, larga vida y mucha salud!! Que Dios te bendiga!!

 1 Se refiere a un artículo sobre su madre, Dominga Javier Morales, viuda de Francisco de la Rosa (Laí)

Por: Manuel de Jesús Pérez Sánchez / Mayor general / ex jefe de la policía Nacional

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