Lejos quedaron los días cuando desde el Palacio de Miraflores se despotricaba contra el Estado de Israel, se insultaba con los más rudos epítetos a sus autoridades, y se condenaba a la comunidad judía en Venezuela a la desasistencia y orfandad en materia consular y diplomática tras la abrupta decisión venezolana de expulsar embajador israelí en Caracas, Sholom Cohen, y de romper relaciones con Israel, en enero de 2009, a raíz de la incursión de Israel en la franja de Gaza.

Desde esa ruptura de relaciones, las agresiones e incidentes antisemitas en Venezuela por parte de funcionarios y seguidores del chavismo aumentaron de manera significativa. Resuenan aún las expresiones proferidas en cadena nacional el 2 de junio de 2010 por el entonces presidente de la República, Hugo Chávez, cuando en una de sus más encolerizados discursos televisivos pronunció una de sus frases más recordadas: “Aprovecho para condenar de nuevo desde el fondo de mi alma y de mis vísceras al Estado de Israel. Maldito seas, Estado de Israel. Maldito seas”.

Vale la pena recordar que para esos momentos ya su canciller era Nicolás Maduro, el hoy dictador de Venezuela. Menester es señalar también que esa actitud anti Israel del fallecido presidente se produjo al tiempo que se acercaba a países como Irán y Siria y a grupos como Hamás, claros y públicos enemigos del Estado de Israel.

Aunque a decir verdad, desde la llegada de Chávez al poder, en 1999, ya comenzaron a presentarse problemas y manifestaciones por parte de chavistas hacia los signos visibles de los judíos en el país, tal como ataques y pintas de consignas en varias sinagogas en la capital, sin que estos hechos llegaran a graves consecuencias. En su informe de 2004, el Instituto Roth señaló –entre otros incidentes– la incursión armada realizada por las fuerzas de seguridad del Estado en la escuela primaria y secundaria judía en Caracas, calificándolo como “el incidente más grave en la historia de la comunidad judía”.

Por supuesto, todo esto trajo consecuencias negativas para la entonces robusta comunidad judía venezolana; una comunidad fuertemente asentada y aceptada en el país. Cabe recordar que Venezuela fue una de las pocas naciones suramericanas que luego de la Segunda Guerra Mundial abrió sus puertas para la entrada de esta comunidad. Además, fue de los primeros países que votó en las Naciones Unidas a favor de la creación de Israel.

Y una de esas consecuencias, ha sido la disminución sostenida de la población judía en el país. Según el periódico judio The Algemeiner “la población estimada en 22.000 judíos en 1999, cayó a 7.000 en 2015”.
Si bien Nicolás Maduro desde que asumió en 2013 la presidencia de la República no ha mantenido una actitud tan virulenta como la su predecesor, no ha dejado de proferir improperios y reclamos a Israel. No obstante, ahora sorpresivamente ha comenzado a acercarse a ese país y ya en los medios diplomáticos se habla de una probable y pronta reanudación de relaciones entre ambos países.

De hecho, el pasado 17 de marzo del año en curso la canciller venezolana, Delsy Rodríguez, comunicó a los representantes de la comunidad judía el “deseo del gobierno de entablar relaciones plenas con el Estado de Israel”. En un primer momento se abriría un consulado, con la esperanza de que posteriormente se instale de nuevo la embajada. Ya antes, el 21 de febrero, se había producido un encuentro entre esa comunidad y el presidente Nicolás Maduro.

Aún cuando en este acercamiento, justo es precisar, muchos han sido los esfuerzos desplegados para revertir tal situación por parte de altos representantes de la comunidad judía venezolana. El propio ex presidente de la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV), David Bittan, reconoció el intenso trabajo que él y otros de la comunidad han realizado: “Se planificaron estrategias, a nivel nacional e internacional, y no hemos descansado en la tarea. En su momento tratamos de convencer al presidente Chávez sobre el tema, pero particularmente pienso que a pesar de su voluntad, la presión del Lobby árabe, se lo impedía.”

Ahora bien, cabe preguntarse, ¿a qué se debe que el gobierno de Nicolás Maduro, luego de ocho años de total silencio diplomático y de fuertes agresiones hacia el Estado judío, justo ahora acepte un acercamiento con Israel siendo que la proximidad con el mundo árabe, y en particular con Siria e Irán no ha disminuido? Porque para nadie es un secreto que junto con los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Bolivia, el venezolano mantiene una línea ostensiblemente pro-palestina.

Difícil responder. Pero el gobierno madurista –lo ha demostrado- no da puntada sin dedal, como dice el dicho popular. ¿Será, como lo señaló confidencialmente uno de los asistentes a los encuentros mantenidos entre la comunidad judía y el presidente y la canciller venezolana, que lo que buscan estos últimos es que dicha comunidad sirva de “mediadora” entre el régimen venezolano y el gobierno estadounidense de Donald Trump?

Todo es posible en la visión gubernamental signada por la radicalidad, la distorsión y hasta la desesperación por el fuerte cerco internacional que ha empezado a sentir últimamente. No es descabellado pensar que Maduro y su equipo le tengan terror a lo que el sr. Trump pueda hacerles, y que realmente crean que la comunidad judía podría abogar por ellos ante la nueva administración de los Estados Unidos.

EstadodeIsrael.com

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