La dotación de una embajada no tiene nada que ver con el sueldo del embajador o jefe de misión. Con la dotación hay que cubrir todos los gastos, desde pago de sede, luz, agua, teléfono, mantenimiento, personal de limpieza, choferes, mensajería, material gastable y hasta menudencias de caja chica… Esos gastos se duplican porque el embajador debe pagar también la casa donde reside, personal de servicio, choferes, servicios comunes, agua, luz, teléfono, recogida de basura, estacionamiento, combustible y, lógicamente, alimentación para todo el personal de apoyo que trabaje en la casa.

Eso lo sabe muy bien la canalla que repica tambores de guerra contra el servicio exterior, porque uno de ellos fue embajador de Jorge Blanco… Y sabe más: sabe que contrario a lo que dicen, las embajadas dominicanas son las más pobres, las de dotaciones más exiguas, las peor instaladas, las más carenciadas.

La mayoría de nuestras embajadas dan lástima por la forma indigna en que funcionan… En España, por ejemplo, la embajada de Haití, considerado el país más pobre del hemisferio, está cinco veces mejor instalada que la dominicana, con más espacio, mayor confort en las oficinas, climatizada, en el corazón del barrio de Salamanca, el más exclusivo de Madrid.

La dominicana está en un segundo piso de La Castellana, y las condiciones son penosas. Pasé casi seis años reclamando a la Cancillería su reparación –el inmueble es del Estado dominicano–, pero al parecer se consideró que con la remodelación del piso donde reside el embajador era suficiente.

El salario es otra cosa…
La mayoría de los embajadores tienen un salario básico de tres mil dólares mensuales, yo entre ellos. De hecho, tengo empleados, talentos de mis programas, que ganan mucho más que eso.

La dotación llega en tres partidas y no necesariamente juntas… A veces llega el salario y quince días después llega otra partida consignada a gastos de representación, y un mes más tarde puede llegar otra suma para pago de alquileres y así sucesivamente.

Los embajadores, sin embargo, tienen que cubrir todos los gastos de la embajada al final de cada mes de forma inmancable porque los empleados tienen que cobrar a tiempo; cuando no se paga la luz, a las dos semanas suspenden el servicio, lo mismo que el agua. Y si no se cubren los gastos comunes a tiempo, al rato envían de Cancillería una nota verbal requiriendo los pagos.

Algunos embajadores tienen que apelar a sus ahorros, si es que los tienen, o buscar prestado en caso contrario porque los pagos del Mirex a veces se retrasan hasta por tres y cuatro meses.

Entonces… ¿vale la pena?
Podría decirse que vale la pena ir al servicio exterior siempre que se tenga conciencia de que no es un retiro dorado, como piensan algunos.

Hay que trabajar mucho, tener presencia activa en múltiples actividades, reuniones constantes, contactos con sectores de poder de diversos países, emitir informes, visitar al Presidente, la Cancillería, verse con funcionarios del país receptor… Para un “exilio emocional”, como fue inicialmente mi caso, tal vez la diplomacia sea una salida… nunca para ganar dinero. Para ganar dinero tengo mi empresa, que siempre ha sido próspera, y gracias a ella puedo mantenerme viviendo fuera sin necesidad de sueldos o dotaciones.

Porque, vale repetirlo, en mi empresa hay talentos que ganan hasta dos veces el equivalente de mi salario como embajador…

César Medina
lobarnechea1@Hotmail.com

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