La presentación que acaba de hacer Telenoticias sobre la provincia sureño-fronteriza Pedernales como una jurunela sin futuro, sería entendible en tanto estrategia mercadológica mediocre, poco creativa. Pretende enmascararse bajo un manto humanista para lograr dinero con base en la explotación de la ignorancia, la dignidad y la pobreza honda de la gente; nunca como una acción reivindicadora ni, menos, una apuesta a sensibilizar sobre la construcción de una mejor sociedad.
Lejos de contribuir a la comprensión y la solución de las necesidades, el espectáculo conducido por Roberto Cavada desde el barrio Los Cayucos (con moro y lambí a medianoche incluidos) es un modelo de manipulación y superficialidad. Como si fuera poco, un aporte excelente al recrudecimiento de la deuda acumulada de mendicidad y baja estima que registra no solo ese pueblo, sino la República Dominicana.
Según el Atlas de Pobreza 2010, emitido por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, Pedernales es la segunda provincia más pobre del país, con un Índice de Calidad de Vida de 52.3, 74% de pobreza general y 44.6% de pobreza extrema.Cierto. Pero Los Cayucos no es la provincia Pedernales, como Gualey y La Ciénaga no son el Distrito Nacional. No es fortuito que mucha gente haya preguntado si el Pedernales con vocación turística es la película exhibida por Telenoticias. Pura descontextualización.
¿Les explicó el noticiero a la empobrecida comunidad de la provincia, y al país, la causa de esa pobreza extrema? ¿Les explicó sobre el origen real de su barrio? No. Y no lo hizo por desconocimiento, sino porque no podía. Parte de los culpables estaban ahí como su plataforma económica de la transmisión, o como beneficiarios de los residuos de imagen que él dejara tras el engaño.
Diferente a otras provincias muy pobres del país, este rincón de la frontera dominico-haitiana descubrió hace décadas que es rico en recursos naturales: bauxita, piedra caliza, el impresionante hoyo de Pelempito, playas hermosas como pocos países en el mundo, fauna, flora.
Esa riqueza, sin embargo, se la han llevado otros sin importarles la vida de los verdaderos dueños: los pedernalenses.
Una provincia con dos municipios, que en su historia jamás ha pasado de 30 mil habitantes, no debería aparecer en el vergonzoso mapa de la pobreza. Aparece porque la Alcoa Exploration Company exprimió la bauxita y la caliza y luego, cuando halló algo mejor y más cercano a su sede de Texas, se marchó sin dejar nada productivo. Otras empresas, como Ideal Dominicana, llegaron e hicieron lo mismo. Ahora está Dovemco, la cual se ufana en su portal de aportar 10 millones de dólares al Estado, es decir, unos 400 millones de pesos, de los cuales –dice– 220 han sido invertidos en la provincia.
Aparece porque hace seis años el Gobierno cedió el entorno turístico de Cabo Rojo y Bahía de las Águilas a la empresa colombiana Cementos Andino Dominicano, la cual dinamita las montañas, contamina el ambiente, paga salarios de miseria, actúa con arrogancia y, como labor de relaciones públicas ridículas, se ha dedicado a cambiar algunos pisitos de tierra por cemento.
Y aparece porque la politiquería, el tigueraje y el apañamiento han ganado mucho terreno allí.
Si la cementera y Dovemco tuvieran voluntad y les doliera el pueblo de donde ellas se enriquecen, erradicarían con poco esfuerzo la pobreza y la pobreza extrema, comenzando por Los Cayucos, el barrio creado a la carrera por políticos locales con la mudanza de menesterosos de otras poblaciones vecinas para crear colchones de votos durante los procesos electorales.
El problema habitacional, como el desempleo, la falta de educación, salud y entretenimiento, se resuelve en Pedernales con una cuota mínima de las riquezas que le sacan sin compasión de sus entrañas. Jamás con discursos plañideros y allantes mediáticos mal diseñados, aunque, por ignorancia, viveza o complicidad, hayan sido aplaudidos por las autoridades locales.
Es innecesario viajar tan lejos (322 kilómetros) a gastar gasolina y esfuerzo, si el propósito real es la búsqueda de dinero a través de la espectacularización de la pobreza. Aquí, cerca, están los suburbios capitalinos, formados por hombres y mujeres que huyeron de sus pueblos para salvarse del abandono gubernamental, la demagogia de los políticos y la irresponsabilidad empresarial.