Uruguay, con apenas tres millones de habitantes, pasó de producir alimentos para nueve millones de personas, en 2005, a 28 millones de personas en la actualidad. Su ambición es llegar hasta los 50 millones.

Las 12 millones de vacas que pastan en los campos uruguayos tienen un chip en la oreja, que luego permite recolectar cuándo fue sacrificado el animal, dónde creció, qué tipo de alimentación tuvo y hasta ofrece un vínculo por si se quiere conocer la granja donde se crió, informa el diario español El País.

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Todos estos datos, incluidos en una etiqueta, forman parte de la demanda creciente en los países desarrollados por tener una mejor información sobre el origen de los alimentos, la forma en que se procesan y el tratamiento que se da a los animales que producen carne. El plan es apenas uno de los pasos que está dando el país para convertirse en «agro-inteligente».

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El ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca de Uruguay, Tabaré Aguerre, estuvo de visita en Washington compartiendo esta visión con varios organismos, entre ellos el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos.

Aguerre asumió su cargo hace poco más de tres años y se propuso desarrollar su gestión sobre tres ejes: «desarrollo rural, con políticas diferenciadas para la agricultura familiar, con clave en adaptación a cambio climático y construcción de capacidades para la gestión de los suelos».

Aumentar la producción explotando más la tierra y desforestando es relativamente fácil y, de hecho, es el modelo que han seguido otras naciones. Pero hacerlo de manera sustentable, es decir, con poco o ningún impacto para el ambiente, es un auténtico desafío.

«Estamos produciendo 54% más de leche sin aumentar la superficie dedicada a la producción de vacas lecheras», explicó Aguerre, para ejemplificar que es posible aumentar la producción, fomentar el desarrollo y cuidar el medio ambiente, mediante lo que califica como «intensificación sustentable».

Según explicó el ministro, en Uruguay, un 63% de los productores son «familiares», pero ocupan entre el 15 y el 20% de las tierras productivas. Por eso, su visión también incluye la participación de estas personas en los beneficios de desarrollo asociados a un país agro-inteligente.

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«Uruguay tiene una oportunidad de crecimiento en el mundo, pero tiene que generar oportunidades de inserción competitiva para los productores familiares, para que la oportunidad que nos da el mundo sea también una oportunidad para que esos pequeños productores se desarrollen», agrega.

Eso explica por qué el Sistema de Información Ganadera, por ejemplo, es manejado por el Estado, de forma que todos los productores, «desde el que tiene 10 vacas hasta el que tiene 2.000, tienen acceso a los mismos canales de comercialización», destaca Aguerre.

«La tecnología de punta al servicio de los agricultores uruguayos no solo beneficia al campo, sino que además crea oportunidades económicas sustentables para toda la sociedad, se trate de consumidores o productores, ya que de una u otra manera dependen de la agricultura», dijo Jesko Hentschel, director del Banco Mundial en Uruguay.

Para Aguerre, el objetivo a largo plazo es claro: «Que el que sea productor agropecuario, lo sea porque quiere y le conviene económicamente, no porque le tocó nacer en el campo».

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