Para la nación tener  un desarrollo armónico y cuidar su soberanía,  el plan de acción y la plataforma para alcanzar esos fines, deben sustentarse en leyes juiciosas. De ahí la necesidad del Congreso Nacional, con senadores y diputados elegidos por el pueblo, para que las elaboren.

Su misión es delicada. Consiste en legislar a favor del bien común, fiscalizar para preservar el patrimonio nacional y representar al pueblo. El Congreso es el encargado de trazar las directrices legales que  fortalezcan la democracia  y protejan los derechos  de la  ciudadanía. Debe cuidar con celo la Constitución de la Republica. Ella  es  “el tronco del árbol jurídico y las leyes son sus ramas”. Cada vez que se reforma,  estamos moviendo la zapata de la Nación. No debe hacerse para atender casos particulares sino a los intereses nacionales.

La tarea de legislar, fiscalizar y representar, que tienen los legisladores, los convierte en la escolta jurídica de la nación. Deben concentrarse en ella a tiempo completo. Es penoso que sean los primeros en infringir  las leyes que establecen, al extremo de  institucionalizar la forma de violentarla. Sin pudor se asignan presupuesto, barrilitos y cofrecitos, para “gestiones sociales” propias del poder ejecutivo, descuidando las del  legislativo.

Se supone que su meta es lograr una clara definición de la función de los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial y fiscalizar su cumplimiento. Sin embargo,  no solo asumen tareas  del poder ejecutivo  sino que  invaden el poder judicial, obligándolo  a actuar  con criterios selectivos.

¿Cuál es el mensaje? ¿Podemos prosperar   pisoteando  las leyes? Los  legisladores usan  su poder, para   actividades reñidas con su misión y poco transparentes. Si  algún ciudadano tiene la valentía de cuestionarlos, se unen para protegerse. ¡Pobre país! Las posibilidades de salir del subdesarrollo,  se alejan.

Los congresistas son visualizados como politiqueros en campaña permanente, regalando cositas  en sus comunidades. Se descuidan de hacer leyes efectivas para el desarrollo integral. Si les importara  que la nación fuera soberana, las leyes para controlar inmigrantes haitianos ilegales, atacaran directamente las raíces del mal.

Sueño con verlos concentrado en su misión. Dedicados a bañar   de legalidad funcional, las instituciones para que sean respetadas y a la vez,  respeten.  Pueden  hacer  una Republica Dominicana  ejemplar. Bastaría que  se dedicaran  a estudiar  el sistema vigente,   potencialidades, anhelos,  para con leyes efectivas deslizarlo por el camino del progreso; que fiscalizaran las instituciones y sus funcionarios, para que no se aparten de ellas. Deben comenzar poniendo las reglas en “su casa”, en el Congreso,  erradicando  el barrilito y todo lo  que  distraiga la atención de su  misión. ¡Que nos llenen de orgullo!

Por supuesto, con este esquema, poco aspirarían a ocupar una curul, pues prefieren que sea un mercado de politiquería barata, clientelismo, para disfrutar de los diferentes pasteles. ¡Que pena!

Por Venecia Joaquin

LA AUTORA es trabajadora social. Reside en Santo Domingo

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