Este miércoles se podría producir un nuevo hito en la historia de la exploración espacial: el módulo Philae de la sonda Rosetta intentará aterrizar en la superficie del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko.

La misión de la Agencia Espacial Europea (ESA) culminará así un proyecto que ha llevado 27 años de trabajo y que busca encontrar respuestas científicas al proceso de formación de los planetas y más concretamente, de la Tierra.

Aterrizaje «crítico»

Es decir, ‘intentará’ puesto que después de haber conseguido la ya proeza de alcanzar la órbita del cometa, lo que le ha permitido obtener datos de la superficie y núcleo del 67P, ahora la sonda se enfrenta al momento clave del aterrizaje.

Agilkia es el nombre de la zona de aterrizaje escogida para que se pose Philae. Se trata de un lugar en un extremo del cometa que no es totalmente plano y no está exento de riesgos para llevar a cabo las maniobras de aproximación y aterrizaje, pero que resultó ser el mejor entre los cinco posibles lugares que se barajaron.

Así, está previsto que Philae se enganche al cometa este miércoles. En septiembre, el equipo de la ESA ya reveló que las últimas horas previas al aterrizaje serán cruciales, por la cantidad de decisiones que tendrán que tomar y que esta será la «operación más crítica» que hayan hecho en el centro de Operaciones de la ESA «con diferencia».

Para evitar que Philae salga despedido de la superficie del cometa debido a la baja gravedad, este el aterrizador cuenta con una serie de arpones que se dispararán en cuanto los sensores de a bordo detecten el contacto con su superficie.

Philae es un pequeño módulo, de poco más de un metro de altura y 100 kilos de masa.

El viaje de Rosetta

La sonda Rosetta, que estuvo diez años viajando por el espacio al encuentro del cometa 67P, entró hace dos años y medio entró en estado de hibernación ya que no recibía suficiente luz solar para producir electricidad.

Pasó este periodo desactivada para recorrer el tramo más solitario y frío de su viaje, cuando se encontraba a unos 800 millones de kilómetros del Sol, cerca de la órbita de Júpiter.

En enero Rosetta salió con éxito de su hibernación, fue reactivada y continuó aproximándose al cometa hasta entrar en su órbita, estudiarlo, y tomar imágenes.

De conseguir posarse, Rosetta estudiará el cometa con sus once instrumentos y los diez de Philae. Así, los científicos podrán hacerse una idea de las condiciones físicas que reinaban en cuando se formó el sistema solar.

También analizarán el agua presente en él para poder obtener un mayor grado de certeza acerca de si buena parte del agua que hay en la Tierra vino del masivo bombardeo de asteroides que sufrió hace unos 4.000 millones de años.

De culminar con éxito la operación de este miércoles, Rosetta escoltará al cometa desde diciembre de 2014 hasta el fin de la misión, previsto para diciembre de 2015.

Módulo Philae

Una vez aterrice Philae en el cometa, se enfrenta a un reto, conseguir energía suficiente. Según ha explicado a Servimedia Larry O’Rourke, coordinador de operaciones científicas de Rosetta en ESAC (el centro de la ESA en Madrid), Agilkia «tiene ocho horas seguidas de luz solar, de las 12 que dura un día en el cometa.

«Así cuando se acabe la batería primaria y la secundaria, usaremos los paneles solares para recargarlas. De este modo podremos conseguir que la misión dure más tiempo. Si funciona bien la batería secundaria, Philae puede tener hasta tres meses de vida», ha indicado.

Además de tomar imágenes nunca vistas del paisaje del cometa y del horizonte que lo rodea, Philae recogerá información muy valiosa del suelo en que se ha posado.

Según Luisa María Lara, investigadora del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC): «El módulo lleva una serie de instrumentos especialmente indicados para estudiar la superficie y los 20 o 30 centímetros que hay debajo, porque es ahí donde se produce todo: todos esos procesos que no conocemos y que dan lugar a toda esa actividad que hace que los cometas sean tan bonitos vistos desde la Tierra».

Cometas: objetos que orbitan el Sol

Los cometas son pequeños objetos que describen órbitas elípticas alrededor del Sol -por eso podemos anticipar sus visitas-. Están formados en su mayoría por hielo y polvo.

Cuando están cerca de nuestra estrella reciben con fuerza el viento y la radiación solar y esto hace que se sublime parte del hielo de su superficie y en ese proceso, el gas arrastra parte del polvo que conforma el cometa. Es esto lo que hace que tengan cola: la refracción de la luz solar en las partículas de polvo.

La investigadora del IAA-CSIC explica que los cometas están compuestos de agua helada, gases como el monóxido y el dióxido de carbono y moléculas más complejas como el metano o el metanol.

«Es al acercarse al Sol cuando adquieren ese aspecto tan bonito que vemos desde la Tierra, porque se sublima el hielo y arrastra un montón de partículas de otros materiales, lo que nosotros llamamos ‘granos de polvo’. Este polvo, al reflejar la luz del Sol, da lugar a una cola luminosa», indica Lara, quien añade que algunas veces puede verse una segunda cola más tenue y azulada formada por iones de agua.

RTVE.es

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