La casuística que predomina en los escenarios de crisis, nos tiene acostumbrados a asociar los tiempos difíciles con escasez. Pero toda regla tiene su excepción, y lo que viene sucediendo con la caída estrepitosa de los precios del petróleo, luce ser una de ellas. Distintos expertos han convenido que a pesar de que en el desplome de sus precios se intersectan factores de demanda y oferta, es más precisamente un elemento asociado a esto último, la oferta, el que hace mayor sentido del comportamiento del valor del oro negro, cuya cotización en los últimos meses ha descendido de 110 dólares el barril, a 60; una caída de casi un 50%.

Lo anterior dibuja un panorama un tanto inusual, ya que lo que está planteando es posibilidad de crisis por abundancia, y no por escasez. Naturalmente, esta sobreoferta del crudo –la existente y la proyectada tras las tecnologías que permiten la extracción del petróleo de esquisto– es lo que ha colapsado los precios de su cotización internacional. Las disminuciones en ingresos que como consecuencia esto generará para algunos países exportadores del crudo, van desde ya, sonando las alarmas de la inestabilidad política, de las protestas y de las exigencias altisonantes e impacientes de soluciones a algo que, en un escenario como el actual, será difícil de resolver.

Efectos negativos para países exportadores de petróleo
Los efectos positivos que para los consumidores tiene la caída de los precios del petróleo son palpables y digeribles; solo hace falta ver lo que ha sucedido en nuestro país con el precio de los combustibles, donde en las últimas 23 semanas, el galón de la gasolina Premium, registra un descenso de 60 pesos.

Pero no todo es color de rosas. De mantenerse estables estos nuevos precios, que conforme a algunas estimaciones podrían descender hasta los 40 dólares por barril, los países exportadores de petróleo enfrentarían fuertes disminuciones de ingresos, lo que repercutiría seriamente sobre sus políticas internas y externas.

Tomemos el caso de la República Bolivariana de Venezuela. En el año 2013, los ingresos por concepto de la exportación de crudo ascendieron a 85,661 millones de dólares, gracias a un precio promedio anual de 103 dólares el barril, al obtener la media de las cotizaciones del West Texas Intermediate, el Europe Brent y de la canasta de referencia de la OPEP. Para ese año, dicho monto equivalió al 93% del presupuesto nacional del país.

A pesar de esto, Venezuela experimenta una fuerte presión inflacionaria debido a una escasez de productos generalizada, al tiempo que atraviesa por una permanente carencia de divisas necesarias para, entre otras cosas, garantizar las importaciones. Esta situación ha llevado a su punto álgido una crisis política de años de gestación. El gobierno del presidente Nicolás Maduro logra conservar apoyo político debido, principalmente, a las políticas sociales que comprende y emprende la filosofía del Socialismo del siglo XXI. Pero, ¿qué pasaría si el precio del petróleo se estabilizara en alrededor de 40 dólares el barril en el año 2015?

Los ingresos caerían al menos a la mitad; hubiese aún menos divisas, y por ende, menos importaciones; y muy probablemente, los programas sociales tendrían que experimentar reducciones considerables. Dicho más claramente: el perfecto caldo de cultivo para la debacle del gobierno del presidente Maduro.

La República Islámica de Irán configura otra situación muy vulnerable a un desplome de los precios del petróleo. En el año 2013, un 62% de todas sus exportaciones lo representó la venta de crudo. Los ingresos por este renglón ascendieron a 61,923 millones de dólares; muy por encima de los 49mil millones de dólares estimados por el gobierno central.

El precio del petróleo por encima de 100 dólares el barril ha permitido a este país compensar los efectos de las sanciones a las que son sujeto, debido a su intención de desarrollar capacidad nuclear, y también, ha permitido la creación de subsidios y facilidades para mantener apaciguada una creciente población que vive en permanente estado de represión política y subempleo. El semanario británico “The Economist” ha estimado que, mientras persistan las sanciones, Irán necesita un precio de 136 dólares por barril, para poder hacer frente a sus planes de gasto público. Entonces, de nuevo, ¿qué pasaría si se estabiliza el precio en 40 dólares el barril? creo que las respuestas son fáciles de esbozar y de concatenar.

¿Qué esperar para República Dominicana?
Nuestro país es importador neto de petróleo, lo que en principio lleva a todos a contentarnos al enterarnos de la buena nueva de que el mismo podría estabilizarse en alrededor de 40 dólares el barril. Aunque los beneficios son muy evidentes, como lo citado al inicio de este escrito con relación a los precios de la gasolina, también una caída de esta magnitud podría generar algunas situaciones preocupantes y lesivas a nuestros intereses de mediano y largo plazo. Sin contemplar el hecho de lo que la eliminación de Petrocaribe podría significar –y la venta de la deuda dominicana a Goldman Sachs es un primer paso que sugiere un desplazamiento en esa dirección– a continuación elaboramos sobre solo cuatro de los efectos negativos que sobrevendrían con la caída sostenida de los precios del petróleo.

Apreciación del peso: con una factura petrolera reducida al menos a la mitad, el Estado dominicano tendría que buscar menos dólares para solventar ese compromiso, lo mismo que menos recursos para cubrir un subsidio eléctrico que en los últimos años ha sobrepasado los 1,400 millones de dólares. Esto provocaría una apreciación del peso dominicano; es decir, un dólar podría valer menos de lo que vale ahora, lo que visto desde el nivel macro, nos llevaría a perder competitividad en nuestros sectores exportadores, como turismo y zonas francas. Esto, a su vez, conduciría a menos ventas, lo que podría degenerar en la eliminación de puestos de trabajo.

Caída de los metales: Está demostrado que cuando hay una deflación sostenida en los precios del petróleo, el valor de las demás materias primas experimentan bajas. Estas materias primas incluyen el oro, la plata y el ferroníquel, de las cuales solo en 2013 exportamos por encima de los 1,400 millones de dólares. Una reducción en sus precios implicaría menores ingresos para las compañías mineras, lo mismo que para el Estado dominicano.

Reducción de recaudaciones:
El impuesto a los combustibles contempla un componente variable y uno fijo. Con la reducción de los precios de los hidrocarburos, se recaudaría menos por concepto del “ad-valorem”, lo que significa que salvo a que haya una explosión de la demanda –que no se prevé que ocurra–,  gracias a la caída de los precios del barril, el Estado dominicano recaudaría menos.

Posposición del “pacto eléctrico” y de la exploración de fuentes de energía renovable: Con una factura y un subsidio eléctrico ahora más costeable, corremos el riesgo de que el poder político decida postergar el necesario “pacto eléctrico”, ya que habría recursos para procrastinar, y no habría la necesidad de ofrendar capital político a una decisión que sería de difícil implementación: el desmonte gradual del subsidio.

Todos conocemos nuestra proclividad de aplazar las cosas hasta último momento, o justo hasta cuando la desgracia o el problema sea inminente. Esta característica cultural propiciaría que se pierda el incentivo de continuar explorando la transformación de nuestra matriz de generación energética a una menos dependiente de combustibles fósiles, ya que los mismos, por lo menos en un corto plazo, continuarían siendo financieramente sustentables para el Estado dominicano.

Disfrutemos la gasolina barata, pero no perdamos de vista las situaciones que ella podría desencadenar en el mediano plazo. Y es que tal como se ve, en este mundo tan interconectado y complejo, hasta lo aparentemente bueno, tiene su cuota de malo.

Ricardo Pérez Fernandez
@Ricardoperezfde / Rperezfernandez@gmail.com/El autor es economista y politólogo

 

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