Ginebra, (EFE).- Los países latinoamericanos deben dejar de pensar en competir con Asia o África en mano de obra barata porque cuentan con una base humana y de industrialización suficiente como para aspirar a más.

Así lo señaló hoy en entrevista con Efe el jefe de Macroeconomía y Políticas de Desarrollo del Organismo de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), el argentino Alfredo Calcagno, tras presentar el informe anual de su institución.

El análisis, realizado por un equipo liderado por Calcagno, señala que seis años después de que la economía mundial entrara en crisis, las causas de esta siguen sin resolverse, la recuperación es incipiente y muchas políticas son incoherentes.

Al evaluar concretamente la situación económica de América Latina, Calcagno afirmó que la “competencia hacia abajo es destructora de las posibilidades de desarrollo”.

Por ello, criticó la competencia cuando se trata “de quien baja más los impuestos que cobra, las normas laborales o de medio ambiente para las empresas extranjeras, creyendo que la inversión extranjera directa es un fin en sí mismo”.

“¿Para qué se quiere ese tipo de inversión, que paga pocos impuestos y genera poco empleo en las industrias extractivas, que importa gran parte de los insumos y que luego exporta la mayoría de sus beneficios?”, reflexionó.

Agregó que mientras ese es el comportamiento de muchas grandes compañías, particularmente que explotan recursos naturales, “al país le queda el agujero del mineral extraído o el pozo vacío del petróleo, además de la contaminación ambiental”.

Calcagno sostuvo que los países latinoamericanos deberían evitar entrar en ese tipo de competencia y, más bien, les recomendó “acordar normas mínimas de imposición a nivel regional”.

Y a los países que sufren prejuicios por contratos “demasiado generosos” suscritos con firmas extranjeras, les sugirió “renegociarlos” porque, en general, se trata de acuerdos “adaptados a precios bajos de las materias primas y no a los precios altos” de los últimos años.“Son contratos que no son sostenibles política, social ni económicamente”, señaló.

Por otra parte, el informe de la UNCTAD vuelve a confirmar que la región de América Latina y el Caribe sigue experimentando una desaceleración económica, con una tasa de crecimiento económica proyectada del 2 por ciento para este año.

Se apunta que esta previsión refleja el bajo crecimiento en las tres principales economías de la región: Brasil, México y Argentina, aunque este escaso dinamismo no se limita a ellos, con excepciones positivas, como son los casos de Bolivia, Colombia y Ecuador.

Estos tres últimos “están creciendo a tasas superiores a los tres grandes”, precisó Calcagno.

De manera general, la tendencia latinoamericana “es un ejemplo representativo de cómo los países en desarrollo no pueden liberarse de forma duradera de la situación de casi estancamiento en los países desarrollados”, opinó el experto.

Esto lo pudieron hacer hasta 2010, pero ahora necesitan, para volver a un crecimiento sólido, “políticas de largo plazo que sostengan el desarrollo” y que permitan “modernizar el aparato productivo y diversificar sus economías”.

Calcagno señaló, en ese sentido, que varios países de América Latina han sufrido una especie de “reprimarización de las exportaciones”, como consecuencia negativa de los altos precios de las materias primas.

América Latina necesita también, sin duda, más infraestructuras y profundizar sus progresos en el ámbito social, lo que a su vez tendrá repercusiones positivas en la demanda interna.

“La demanda de los que tienen menos recursos son más intensivas en productos nacionales, con respecto a las clases altas, que consumen bienes importados, viajan, especulan o evaden”.

El experto dijo que si bien en términos cuantitativos las economías han comenzado a crecer, no se ha vuelto a los niveles previos a la crisis: “Cualitativamente aún no se puede decir que salimos de la crisis… Se puso fin a una etapa desequilibrada que finalmente explotó. Ahora la pregunta es sobre qué bases habrá un nuevo modelo de crecimiento económico”.

Recién el mes pasado, el Banco Mundial anunció una baja en su proyección de crecimiento para este año: en enero había pronosticado que la economía mundial crecería un 3.2 %, pero a finales de junio redujo la cifra a un 2.8 %.

Algo que ha quedado claro en este periodo posterior a la crisis, agrega Calcagno, es el cambio de la configuración en la economía global: las “estrellas” del crecimiento han sido los países de Asia del Este y del Sur, mientras que los países de América Latina no se llevaron la peor parte de dicha crisis. “Los países de América Latina están creciendo, aunque México y El Salvador más lento que los demás. El tema es si este crecimiento será sostenido o si la región deberá adaptarse a las condiciones mundiales”, indicó.

La proyección de crecimiento de América Latina para 2014 es de 1.9 %, según el Banco Mundial. La previsión para México es de 2.3 %, y para El Salvador, del 2.1 %.

Los países en desarrollo –en los que se incluye a los asiáticos– ahora representan la mitad de la economía mundial, “y esto ha pasado en los últimos 15 años, lo cual en términos económicos es bastante rápido”, señala Calcagno.

El cambio ha llegado también a la estructura del comercio, en el que el intercambio “norte-norte”, entre países desarrollados, ha cedido terreno al que se da entre “sur-sur”. Este último ha pasado de ser un 15 % del total a 30 %.

El analista no ve una caída en los precios de las materias primas en el futuro inmediato.

Desarrollo sostenible

La UNCTAD mantiene un monitoreo sobre las inversiones en el mundo, y en el informe de 2014 destacó un déficit en la inversión en las áreas de desarrollo sostenible, de unos $2.5 billones.

El Informe Mundial sobre Inversiones en el Mundo 2014 señala que alcanzar las metas de desarrollo sostenible requiere un aumento en las aportaciones públicas y privadas.

El sector privado, por ejemplo, debería invertir más infraestructura, seguridad alimentaria y mitigación del cambio climático. Las inversiones públicas son indispensables, aunque insuficientes, para satisfacer las demandas de desarrollo sostenible, recalca la conferencia.

Las necesidades de inversión de los países en desarrollo van de los $3.3 billones a los $4.5 billones anuales, para infraestructura básica, seguridad alimentaria y servicios como educación y salud.

Calcagno dio estas declaraciones en Ginebra, como parte de un seminario sobre comercio mundial y desarrollo sostenible, organizado por la Fundación Friedrich Ebert.

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